SOY UN OBJETO D E DESEO DE SUAR DICE NORMAN

NORMAN

"Soy un objeto de deseo para Adrián Suar"
11.12.2010 | 14.53 Comentar |
El maestro de actores dice que el establishment lo asimila como "un tipo pintoresco que dice boludeces". La falta de ideas y un reconocimiento para Tinelli: "le dio vitalidad a los culos".
Por Denise Tempone

En su nueva película, Los chicos desaparecen, Briski encarna a un relojero loco, un anciano inválido que desafía las leyes del tiempo lanzándose con su silla de ruedas desde una rampa en una plaza. Durante su práctica, antes de que su experimento se concrete y que él logre su misterioso cometido, algunos errores de cálculo envían a los niños que lo rodean hacia otras dimensiones. La película se desenvuelve en un clima completamente desconcertante en el que no se sabe si ese hombre es un genio, un delirante o un perverso. Como ese peculiar ser, Briski tiene el extraño don de ser inclasificable. Y al igual que ese ser, también logra salirse con la suya frente al desconcierto de una mayoría que no opera con las mismas reglas que él. Basta una charla con el actor para entender que esa impunidad para jugar con la incertidumbre es lo que más divierte a Briski. Y esa diversión es la razón de su larga trayectoria, su estrategia de supervivencia.

Norman jura que ya no piensa en política cuando elige sus proyectos, pero es difícil creerle. Él supo reconocerse como un peronista absoluto, pero sólo durante la primera gestión de Juan Domingo Perón, durante la cual recuerda haber visto un pueblo "completamente feliz". Luego, decepcionado, se volcó al socialismo, y de ahí ya nunca volvió. Un exilio traumático que en los años setenta lo llevó a vivir en la selva de Perú, en México y España, terminó de decepcionarlo por completo y, desde entonces, jura, no espera nada de lo que hace. Pero una vez más, es difícil creerle. Se trata, después de todo, de un hombre conocido, además de por su compromiso político, por su rol de formador de nuevos actores. Y no hay nada de inocencia en esa actividad. ¿Quién podría creer en la ingenuidad de semejante lucidez?

—Usted trabaja a diario con jóvenes, tiene más de 120 alumnos en su escuela teatro Caliban. ¿Cómo ve a la juventud?

—La veo llena de entusiasmo, respondiendo a una invitación a la militancia que aún no se sabe qué característica va a tener. Los veo improvisando sobre temas que antes ni tenían en cuenta, curiosos. Pero no quiero ser muy optimista, lo que pasa es comparable con lo que sucede en el cine: todos pueden agarrar una cámara, pero ¿quién va a hacer una buena película? ¿Alguien lo logrará ? Todas esas cosas yo no las sé. Sin embargo, sé que está sucediendo algo que no se daba en muchísimo tiempo.

—¿Cuál sería la principal diferencia entre el pasado y el presente?

—En las décadas pasadas, los jóvenes no tenían ni siquiera la posibilidad de decir "me parece que puedo intervenir en algo". Hoy, hay una especie de invitación. También en la gente en general, no sólo en la juventud, hay una necesidad de fiesta. Parece que éste es, ahora, un pueblo movimientista; se mueve, sale a la calle, quiere pasarla bien. Sin embargo, no creo que esto sea por el Gobierno, creo que es una necesidad que responde a un proceso histórico, a cosas que quedaron acumuladas y se arrastran desde el pasado. No es ni bueno ni malo, es algo que pasa. Veremos en qué desemboca.

—¿Considera que este Gobierno canaliza bien esa necesidad?

—Sin dudas, tontos no son. Si la gente quiere fiesta, le dan fiesta; la gente quiere creer que el peronismo puede volver a ser y ellos se lo hacen creer. El capitalismo se caracteriza por absorber esas necesidades, por usarlas para sobrevivir, es la estrategia. Y nadie puede decir que no lo hacen.

—¿Y cómo refleja eso el panorama cultural? ¿Detecta alguna propuesta estética nueva, algún concepto novedoso?

—Bueno, por esta cuestión de festejar y jugar, noto que hay mucha gente que quiere jugar con las artes. Si hay una nueva configuración, yo no la conozco. Definitivamente no hay un movimiento Di Tella, ni una vanguardia. Hay emergentes desconectados compitiendo, pero sin una estética en común. Hay cierto regodeo en escuelas pasadas, un revival a medio camino que rescata cosas del pasado, pero no llega a resucitarlas ni recrearlas. Un poco como pasa en la política: mucho reciclaje pero poca originalidad. Lo cual no me sorprende, la rebeldía dentro de un sistema capitalista está sumamente limitada, al igual que las cosas nuevas. Lo nuevo es demasiado amenazante, es mejor imitar al pasado, aunque la imitación sea mala e ineficiente.

—¿Usted no cree en la total libertad de expresión y pensamiento que implica la democracia?

—Hasta cierto punto. Sucede que en el capitalismo hasta la rebeldía está calculada, pero sólo dentro de cierto porcentaje, cuando la rebeldía se excede, ¡se arma! Para ser artista hay que ser rebelde, cosa que en este momento mis colegas no son. Pasa que el capitalismo también tiene un hermoso talento para absorber esa rebeldía y volverla funcional, lo vemos todo el tiempo.

—¿A usted no le pasa un poco eso de algún modo? Es considerado un rebelde y, sin embargo, el año pasado hizo un papel muy importante en el unitario de Pol-ka "Tratame bien"...

—Bueno, sí, yo soy un objeto de deseo para Adrián Suar. Él ya no me tiene miedo porque es lo que pasa con gente como yo: primero sos peligroso pero después te asimilan y sos un "loco lindo", un tipo pintoresco que dice boludeces. Yo aprovecho para ganar plata y poder seguir haciendo lo que realmente me interesa. No sé si yo uso al sistema o el sistema me usa a mí. Eso nunca se sabe.

—Pero si no hay márgenes para escapar a ese sistema que tanto critica, ¿cuál es el sentido para un militante como usted, de llevar adelante nuevos proyectos?

—No lo sé. Yo no sé nada, yo sólo hago, soy un hacedor. Y no espero nada.

—¿Y cuándo dejó de esperar?

—Es una buena pregunta porque como todo joven socialista, uno creía que podía cambiar el mundo. Yo lo creía. Es cierto que en un momento dejé de esperar, y creo que fue luego de mi exilio. Fue muy doloroso y tuve que encontrar sentido en la acción por la acción misma. Hoy yo hago lo mío con muchísimo entusiasmo sabiendo que no cambio nada. La decepción mueve montañas, la incertidumbre mueve montañas.

—¿Usted mira televisión?

—Miro tele, veo muchos canales y ninguna flor. No veo nada interesante pero no voy a empezar a quejarme de lo que pasa a esta altura del partido. Ahora está el Canal Encuentro con material más pensador o el mismo Canal 7 que está queriendo hacer ciertas reflexiones y eso me parece bien. Incluso con su humor, no me cabe duda que Capusotto está diciendo a través de sus personajes, "no creamos en nada", porque el que cree en algo pasa a la categoría de boludo. De todas maneras, basta con mirar un rato la tele, basta con verlo a Tinelli para descubrir que el gran progreso argentino es que ese culo quieto ahora se mueve. Eso sí es una novedad y un progreso. Tinelli aportó algo nuevo. El culo dejó de ser estático como era en los desfiles de Giordano, ahora responde a cierta vitalidad. Lo cual, para ser sincero, me parece mucho más sano.

Fotos: Alejandro Kaminetsky

15
RANKING DE NOTICIAS
MÁS LEÍDAS2+2=4
Garré designó a un comisario atípico al frente de la Federal
Censo: la población del país creció 10,6% desde 2001
“Banco a morir el proyecto nacional, pero si tengo que criticar, lo hago”
Salió de Villa Elisa, desapareció dos días y lo encontraron escondido en un tanque
Pamela, a los 43, vuelve a Playboy
Difunden la lista con los 10 hallazgos científicos de 2010
El cuerpo humano en detalle: llegó Google Body Browser
Rosario prohibió la construcción de nuevos countries y barrios cerrados
Juan Román Riquelme, cumple y dignifica

el argentino