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Río de Janeiro La fiesta interminable



Vayas donde vayas, estés donde estés, en Río de Janeiro siempre se escucha música. En el taxi. En la playa. En los bares. Así es que este viaje no es sólo una crónica sobre la eterna cidade maravilhosa. Éste es, más bien, un viaje musical. Un recorrido, al ritmo del samba, por el alma sonora de la ciudad más bella y electrizante de Brasil.

Texto y fotos: Sebastián Montalva Wainer, Desde Río de Janeiro, Brasil.
A las ocho de la noche hay unas veinte personas. A las ocho y cuarto, un poco más de treinta. Y siguen llegando. Varios sostienen una cerveza. Hay un par de borrachines, también. Pero nadie hace escándalo.
Algunos, incluso, hablan bajito. Estamos en una callejuela de Copacabana, donde hoy, como cada domingo, se reúne un grupo de viejos amigos a cultivar dos de las tres grandes pasiones de los cariocas: 1) el samba y 2) la cerveza (la tercera es el fútbol, pero a esta hora la fecha dominical ya terminó).

Esta noche, en el pequeño Bip Bip, nueve músicos cuatro tocan guitarra; dos, cavaquinho; uno, pandero; el último, tambor hacen cantar al unísono a la treintena de personas que anda por aquí, tocando sólo sambas clásicos, que todo el mundo conoce: de Cartola, de Paulinho da Viola. Pero el asunto es que no hay que meter mucho ruido.

"¡¡¡Sileeeeencio!!!!", grita de pronto el viejo pelado que parece llevar la cuenta del bar, una especie de moderador de estas tibias noches cariocas. El Bip Bip es un minúsculo boliche o botequim, como le dicen aquí tapizado de cuadros y recortes, con tres mesitas, manteles plásticos floreados, un ventilador que nunca se apaga y una heladera llena de cervezas. Cada comensal saca una y luego se anota en una comanda de papel, que cuida el viejo pelado (en el Bip Bip no hay mozos. No caben).

"¡¡¡¡Shhhhhhh!!!!", sigue el viejo y, de pronto, no vuela una mosca. Los músicos dejan de tocar. "¡¿Hasta cuándo tengo que decirles que el problema aquí es que los vecinos alegan por el ruido?!".

Por una ordenanza municipal, o algo así, en Copacabana no se puede meter ruido hasta después de las diez, ni hacer demasiadas reuniones bulliciosas como ésta. Copacabana, al igual que las famosas Ipanema y Leblon, forma parte de la Zona Sur de Río. Es decir, la zona más exclusiva de la ciudad, donde vive la gente de plata, los actores de O'Globo, los famosos como Chico Buarque, Oscar Niemeyer.

El samba ("el" para respetar el portugués o samba, un sustantivo masculino), por cierto, no es de la Zona Sur.
Es el ritmo popular de Brasil. El ritmo del pueblo, si se quiere. Y aquí, claramente, no estamos en los barrios populares. Así es que el Bip Bip es una rareza. Pero una rareza que suena bien, y que manifiesta aún más el alma musical de esta electrizante ciudad de playas, montañas, edificios y favelas: aunque sea en susurros, aunque haya gente haciendo callar, no hay caso: la música en Río de Janeiro nunca deja de sonar. Nunca lo ha hecho. Nunca lo hará.

Incontables cuadras más allá, en la parte antigua de Río, Lapa comienza a hervir una vez más. Lapa es como el barrio Bellavista de Santiago, pero veinte grados más caluroso, húmedo y musical. Un barrio que hasta los noventa lucía sucio y abandonado, donde si había algo eran sólo tiendas de antigüedades, aparte de meninas de programa (forma brasileña de llamar a las prostitutas) y malandrines. Pero todo cambió hacia el año 2000, cuando algunos empresarios vieron la potencialidad del lugar, reformaron las antiguas casonas y las transformaron en bares y locales de samba. Hoy, Lapa está en pleno apogeo, y es el corazón bohemio de una ciudad bohemia por naturaleza. Lapa es "el" lugar para comenzar a sentir el incesante ritmo musical de Río y donde miles de personas de todo estilo y apariencia abarrotan sus calles en busca del mejor sitio para divertirse.
Y para sambar.

"El carioca es muy abierto, muy festivo. Adora beber cerveza y escuchar samba", dice Thiago Alvim, dueño del bar Carioca da Gema, mientras bebe cerveza y escucha samba. Thiago es primo hermano de Chico Buarque talvez el mayor ícono viviente de Río de Janeiro, aunque hace tiempo esté alejado de las pistas, y fue pionero en la revitalización de Lapa. Su bar, junto con otros como el Semente, el Rio Scenarium o el Clube dos Democráticos, trajeron de vuelta a Lapa a la bohemia más intelectual de Río, a los universitarios, a los auténticos amantes del samba (sobre todo del más tradicional, el "samba de raíz", de la primera mitad del siglo 20). Y fueron el trampolín de músicos como Teresa Cristina, Moyseis Marques, Elisa Addor, Orquesta Republicana, algunos de los nombres que hoy figuran en las carteleras de Río. "Aunque el samba nació en Bahía y está en todas partes del país, en Río es más fuerte", asegura Thiago, un orgulloso carioca (no hay carioca, en realidad, que no sea orgulloso de su ciudad). "El samba siempre ha estado asociado a las cosas simples, pero aquí lo hemos tratado de llevar a otro tipo de concurrencia".

En Río, la verdad, no hay que buscar demasiado: cada paso que uno da conduce de una u otra forma a algo musical. Más aún si, como el caso de este artículo, es lo que uno anda buscando. La música suena en todos lados: en el taxi, en las librerías, en la playa, en los bares, en las calles, en el aire. Por ejemplo, vas una tarde a la Praça XV de Novembro, en el centro histórico de Río, entras en la librería Arlequim una de las mejores de la ciudad y, cómo no, hay un pequeño concierto de choro (una especie de samba instrumental), con tres eximios intérpretes locales. Caminas por la rua do Ouvidor, también el centro, y te encuentras con una roda de samba (o reunión de gente en torno al samba) en el Antigamente, clásico boliche carioca, donde preparan una enjundiosa y muy recomendable feijoada. Sigues luego hacia Modern Sound, una enorme disquería en pleno Copacabana, y en el café tocan bossa nova (aunque la bossa nova, estilo que también es samba, sólo que ejecutado de otra forma, no es para nada popular en Río: a los turistas les gusta más que a los cariocas. Tal como las caipirinhas).

La gente, además, se reúne espontáneamente a tocar. Por ejemplo, un domingo en la mañana en una plaza de Laranjeiras, un barrio de clase media, cerca de la subida al Corcovado, donde uno puede presenciar una de las facetas más notables de la vida carioca. La escena es más o menos así: resulta que una vecina del barrio está estudiando flauta traversa en una escuela de la ciudad, y necesita acompañamiento para practicar algunas melodías de choro. Entonces, varios músicos profesionales y amateurs deciden juntarse en esta misma plaza para tocar al aire libre. Y ya llevan tres años en esto. Cualquiera puede sumarse: sólo basta traer un instrumento y sentarse con ellos. Algunos, la verdad, apenas tocan, pero igual están aquí. Y mientras tanto, otros vecinos venden cervezas, pasteles de queso, aguas de coco. Al final, todo parece una gran excusa, en compás de dos por cuatro, que sirve para mantener el eterno e incombustible espíritu carioca (y brasileño): el espíritu de vivir de fiesta.

"Río es una ciudad extremamente musical", dice Carlos Alberto Afonso, fundador de Toca de Vinicius, disquería, librería y centro cultural especializado en bossa nova. Su tienda es famosa: aquí han venido personalidades como Chico Buarque, Oscar Niemeyer y el mismísimo Presidente Lula a estampar sus manos en unos pastelones de cemento que adornan sus repisas. Carlos Alberto no es un simple vendedor de discos: su misión, como él mismo explica, es educar a todos y cada uno de sus clientes sobre los intrincados vericuetos de la música brasileña. Según Afonso, quien es una auténtica enciclopedia y un tipo que no concibe la posibilidad de conversar poco, la gran variedad de estilos musicales de Brasil ("un país de proporciones continentales, con más de 50 ritmos diferentes") se sintetiza precisamente en Río. No sólo por razones históricas ("fue la capital del país y su centro cultural en el período de formación"), sino también por su atmósfera. "Río ha sido y continúa siendo la capital de las maravillas del cielo. De las cosas más elevadas, más bellas. Si Adán y Eva hubiesen salido de África, estas tierras ciertamente habrían sido escogidas de Edén", dice.

Está claro que Carlos Alberto es carioca. Y que, claramente, exagera. Pero las cosas como son: es bien difícil no ver las bellezas de Río. Asómese en Ipanema, por ejemplo, una tibia tarde de sol. Vinicius y Jobim no pueden haberse equivocado.

El carnaval más famoso del mundo, el de Río, es, ciertamente, la mayor expresión popular de una ciudad que gira en torno a la música. Una fiesta que mueve miles de personas. Y millones de dólares. Y que comienza justo en el momento en que termina la anterior. Por estos días, por ejemplo, cuando faltan más de tres meses para el evento más esperado de año (el próximo carnaval será entre el 4 y 8 de marzo de 2011), las escuelas de samba ya tienen casi listos los trajes, los carros alegóricos, todo lo que usarán en el mentado desfile.

Esta noche vamos a uno de los ensayos de Unidos da Tijuca, la escuela campeona en 2010, que reúne a sus músicos y a su fanaticada en una especie de gimnasio en el barrio de Santo Cristo. Los ensayos son eso, ensayos, pero también excusas una más para tremendos carretes que suelen durar hasta el otro día. A los ensayos no sólo van los "hinchas" de la escuela, también cómo no turistas. Y, por supuesto, se cobra una entrada, cuyo precio varía según la ubicación: en la cancha, en un balcón lateral, o arriba en el camarote donde está el presidente de la escuela, que siempre está fumando puros (dicen que en señal de poder: la pinta de mafioso no se la saca nadie), y donde abundan la comida, la cerveza y las botellas de Johnnie Walker etiqueta azul. Los ensayos incluso se transmiten en vivo por radios locales, con acreditaciones de prensa y toda ese tipo de parafernalia.

Para algunos, el carnaval de Río se ha vuelto demasiado turístico. Para otros, en cambio, esa visión es una "insensatez". "El carnaval, como cualquier fiesta popular, va cambiando. Es una insensatez que se diga eso", dice el escritor e historiador de samba Haroldo Costa, sentado una tarde en su casa de Leblon. "No se puede pretender que el carnaval de hoy sea igual al de los cincuenta. Antes la ciudad era otra, las personas eran otras.
Lo bueno del carnaval es ese aspecto mutante que tiene. El carnaval no es sólo lo que ocurre en el Sambódromo con las escuelas. Ahora, por ejemplo, lo que está volviendo son los blocos que desfilan en las calles".

Costa se refiere a grupos como Cordão da Bola Preta, Simpatia Quase Amor, Carmelita o Sobaco do Cristo, agrupaciones carnavalescas con gente de todo estrato social que aplanan las calles de Río mientras ocurre el mediático show en el Sambódromo. Y también, claro, al genuino y espontáneo deseo que tienen los cariocas de bailar y cantar en las calles. "Todo carioca sabe sambar. Es difícil encontrar a uno que no sepa", asegura Costa.
"Y Río está hecho para eso: es una ciudad que respira música".

Casi a las doce la noche, el gimnasio donde ensaya Unidos da Tijuca está que revienta de gente. En el escenario una ruidosa orquesta hace retumbar los parlantes mientras, sobre una tarima en altura, la sección de tambores de la escuela lanza ráfagas de batería. Entonces aparecen once, doce, trece mulatas en ajustadas mallas y enormes zapatos de plataforma. Y comienzan a sambar.

De pronto, todo el mundo es una jalea humana que baila y canta al unísono.

Si al comienzo de esta crónica había que quedarse callado, en este lugar es, simplemente, imposible.

"Quien no gusta del samba, buen sujeto no es. Está mal de la cabeza, o enfermo de los pies" Dorival Caymmi, SAMBA DA MINHA TERRA

Lapa comienza a hervir una vez más. Lapa es como el barrio Bellavista de Santiago, pero veinte grados más caluroso, húmedo y musical.

En Río, la verdad, no hay que buscar demasiado:cada paso que uno da conduce de una u otra forma a algo musical.

Dormir
Hay múltiples alternativas. Lo mejor es quedarse en Ipanema o Leblon. Un buen hotel frente al mar, en Leblon, es el Marina Palace, que aparece en el tema Virgem de la cantante brasileña Marina Lima. Fue remodelado hace poco. Cuartos desde 272 dólares (Av. Delfim Moreira 630, Leblon. Tel. (55-21) 2172 1000; www.hoteismarina.com). Otra opción, destacada por la guía Quatro Rodas 2011 por su relación precio/calidad, es Margarida's Pousada, a tres cuadras de Ipanema. Una guesthouse de estilo art déco, con cuartos espaciosos y servicio personalizado: lo atiende su propia dueña. Dobles desde 94 dólares (Rua Barao da Torre 600, Ipanema. Tel. (55-21) 2239 1840; www.margaridaspousada.com).


Bailar y escucharCarioca da Gema: Rua Mem de Sá 79, Lapa; www.barcariocadagema.com.br

Rio Scenarium: Rua do Lavradio 20, Lapa; www.rioscenarium.com.br

Clube dos Democraticos: Rua do Riachuelo 91/93, Lapa; www.clubedosdemocraticos.com.br

Comuna do Semente: Joaquim Silva 138, Lapa. Tel. (55-21) 2509 3591.

Circo Voador: Rua dos Arcos s/n, Lapa; www.circovoador.com.br

Vinicius Piano Bar: Rua Vinicius de Moraes 39, Ipanema; www.viniciusbar.com.br

Bip Bip: Rua Almt. Gonçalves 50, Copacabana. Tel. (55-21) 2267 9696.

Antigamente: Rua do Ouvidor, esq. Rua do Mercado, Centro; www.restauranteantigamente.com.br

Arlequim: Praça XV de Novembro 48, Loja 1, Centro; www.arlequim.com.br

Toca do Vinicius: Rua Vinicius de Moraes 129, Ipanema; www.tocadovinicius.com.br

Modern Sound: Rua Barata Ribeiro 502, Copacabana; www.modernsound.com.br

Bossa Nova & Companhia: Rua Duvivier 37, Copacabana; www.bossanovaecompanhia.com.br

Texto y fotos: Sebastián Montalva Wainer, Desde Río de Janeiro, Brasil..



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