La Tabaré

La Tabaré
De la milonga al rock y viceversa

MATÍAS CASTRO

En noviembre se cumplirán 25 años del primer concierto de La Tabaré Riverock Banda. Hoy comienzan los festejos con el primero de cuatro recitales en el Espacio Guambia y Tabaré Rivero habla sobre su evolución, la de su banda y su público.

El músico, actor y director teatral se atrevió a hablar con Eduardo Darnauchans por primera vez cuando tenía 27 años, en 1985. Lo cruzó por la calle y de casualidad, y le contó que con su banda interpretaban un tema suyo. Estaban a punto de debutar sobre el escenario y lo invitó a ir a su concierto en el teatro Circular. Darnauchans, efectivamente, asistió y vio uno de los primeros dos recitales que dio una de las bandas que más ha durado en el panorama del rock nacional, aunque a esta altura ya no le interese especialmente ser identificada con ese movimiento.

Que el primer recital haya sido en un teatro no parece casual, y de hecho, 25 años más tarde, tiene cierto eco en este ciclo de cuatro recitales llamado Kabarét La Tabarék. Además, aquella primera serie de conciertos también jugó con la letra K, y se llamó Kafé-Koncer. La banda siempre ha tenido un lazo con el mundo del teatro, no sólo porque Rivero dirija y actúe en ese medio, sino porque sus cuatro cantantes históricas han sido actrices y porque siempre han tenido una gestualidad marcadamente teatral. Particularmente en eso y en la construcción literaria de sus letras la banda ha sido única en el panorama local.

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Pero curiosamente, cuando Rivero invitó a Darnauchans estaba peleado con el mundo del teatro. "Yo había hecho la Emad en dictadura", cuenta, "y con el teatro expresaba los nervios y los miedos que tenía trancados. Cuando vino la democracia el teatro quedó anquilosado, seguían discutiendo, buscando textos extremadamente intelectuales y no levantaban vuelo. En ese tiempo el rock estaba como una bomba a punto de estallar, en cada concierto se corrían riesgos. En el teatro era al contrario. Con el correr del tiempo encontró un lenguaje y gran cantidad de actores, directores y dramaturgos aportaron una propuesta… bien eléctrica".

Ese último adjetivo no es casual, sino que aparece en la portada de su página web. Si la ve un extranjero que no conozca la banda, se encontrará con la presentación "Proyecto eléctrico", que incluye música, teatro y otras disciplinas, pero no con una banda de música. Rivero se lamenta de que sigan siendo reconocidos como una banda de rock, aunque parece inevitable si se tiene en cuenta que su propuesta fue así durante quince años y, además, generó simpatizantes y detractores como muy pocos casos en la música uruguaya de las últimas décadas.

El primer cruce con el teatro lo dieron seriamente cuando en 1990 hicieron La ópera de la mala leche, una ópera rock. De ahí en adelante los intercambios entre disciplinas se siguieron sucediendo, hasta que Rivero quiso dejar de estar encerrado en el universo del rock, a fines de esa década. A partir de una serie de recitales acústicos en la sala Zitarrosa en el año 2001, la banda y el propio Tabaré siguieron un derrotero que los llevaría por otros estilos musicales, lejanos en apariencia al anarquismo roquero que ostentaban al comienzo. Pero todo eso que fue aflorando había sido plantado mucho antes, en la década del sesenta.

"Yo no soy un tipo de condiciones musicales innatas", cuenta. "Igualmente estudié mucho sin darme cuenta que lo hacía. Escuchaba muchos discos, tocaba esas canciones que escuchaba. Otros músicos a los dos años de estudiar ya tocan bossa nova en la guitarra, pero yo a esa misma altura seguía con el Fa mayor y el Do mayor, nunca pude salir de ahí. Pero creo que desarrollé una creatividad interesante, las clases de arte dramático me ayudaron y también mi padre como actor". Su padre era un actor y músico que trabajaba para Donato Racciatti. Desde niño Rivero se colaba en los ensayos, estaba cerca de los instrumentos, tenía acceso a discos de músicos tan diversos como Elvis, El Club del Clan o los Beatles al mismo tiempo que escuchaba a Julio Sosa o a Carlos Roldán.

A los trece años comenzó a estudiar guitarra y luego bajo. Formó una primera banda llamada Los BellyStones. La siguiente agrupación se llamó Pro-Art, y en ella participaban Luis Trochón, Daniel Maggiolo, Ana Solari y Rudy-Mentario, entre otros artistas que luego hicieron carreras extensas en distintas disciplinas. Tiempo después un grupo de amigos y conocidos, entre los que estaban algunos integrantes de El Cuarteto de Nos, Los Tontos y Mandrake Wolf lo animó a seguir adelante componiendo. Así terminó por armar la banda, cuyo nombre jugaba con ponerlo a él como una diva teatral como "La Xirgu" o "La Medina".

Durante esos primeros años de vida, el rock era todo un medio de expresión, un movimiento con el que una generación entera pudo estallar y liberar lo que venía reprimiendo, muchas veces, incluso, con violencia. La Banda era parte de eso, de una descarga fuerte de energía y de comprometidas declaraciones de principios. Pero hoy, 25 años después, es más que eso. "La Tabaré es un proyecto artístico que implica todas las artes, que encierra las ganas de cambiar todo, cruzado con la adultez, evolución o involución que los músicos van teniendo. Porque uno va cambiando en todo sentido, en lo amoroso, en lo social, en lo político. Las rabias que uno tiene van mutando. Yo sigo buscando, es lo que me permite el arte. Creo que no hay cosa más hipócrita que alguien que hace siempre lo mismo. Me contradigo mucho, porque he cambiado. Y además de hecho nunca dije que lo mío es palabra santa, y si alguien lo interpretó así pido mil disculpas".

Jóvenes y cambio esperado
Durante muchos años, en los shows de La Tabaré daba la impresión de que el público se renovaba siempre, y que era mayormente adolescente. Rivero lo reconoce y dice que veía que su público no envejecía con él. La situación cambió cuando en 2001 hicieron su primer show acústico en la sala Zitarrosa. Los adolescentes que acudieron no se identificaron mucho con la propuesta. Al segundo show, el público cambió y aparecieron muchos de los que habían seguido a la banda en sus primeros años. Hoy, cuenta, han podido ganar un público heterogéneo, desde los 14 hasta los 70 años. "Si no fuera así me sentiría Cacho Bochinche, pero me gusta que el público entienda por dónde viene la propuesta".

Una gran decepción del rock and roll de los noventa
"Yo era un hombre grande ingenuo que pensaba que el rock era una filosofía de vida, una obra combatiente no sólo en el sentido político, sino contra la gran estupidez y el gran anquilosamiento de ideas", cuenta Tabaré Rivero. "Creía que el rock podía hacer estallar cabezas, inclusive la mía, que no estallaba nunca y no podía tomar vuelo". Al tiempo que veía a Ricky Martin y a Spinetta como parte de lo mismo, en Uruguay aparecía El Peyote Asesino y marcaba un estándar de sonido y producción que no había hasta entonces. "Me di cuenta de que perdí la guerra, que había pasado años en dictadura, idealizando algo, el rock, de lo que a mí no me llegaba información. Ya estaba vendido del todo, salvo por cinco o seis locos que quisieron quedar por fuera de la gran vorágine del merchandising y tonterías que no era lo que había soñado. Reconozco mi error, que no me informé debidamente".


El País Digital