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lunes, 27 de julio de 2009

Los Artigas Cue y los pueblos de mulatos de Paraguay - 2 de 2 y restos de Artigas 3

Los Artigas Cue y los pueblos de mulatos de Paraguay - 2 de 2
Enviado por: "Tomas Miller" tomasmiller@miller.jazztel.es tomasmiller
Do, 26 de Jul, 2009 12:18 pm


continuación:

Los pueblos de mulatos han sido descritos por D. MARIANO ANTONIO MOLAS, en
su DESCRIPCION HISTORICA DE LA ANTIGUA PROVINCIA DEL PARAGUAY, la única de
historia nacional paraguaya que ha quedado del período dictatorial
1814-1840.

Molas, nació en Asunción el 5 de setiembre de 1780. Sus padres fueron Pedro
José Molas y María Ursula de la Costa. Hizo sus primeros estudios en esta
ciudad y en la de Buenos Aires a donde se
trasladó muy joven. Allí se incorporó al importante estudio del doctor Juan
José Castelli. Regresó al país en vísperas de los sucesos de Mayo. Amigo y
compañero de los jefes de la revolución del 14 y 15 de mayo unió a ellos su
destino. En el congreso del 17 de junio tuvo actuación brillante; fue en
dicha asamblea vocero de los patriotas. Propugnó la constitución de la
Primera Junta, lanzó la idea de la confederación y sostuvo "que cualquier
americano de nacimiento pudiere ocupar cargos públicos en el Paraguay". Su
voto fue compartido por la casi unanimidad de los representantes. Fue amigo
político del Dr. Francia y actuó a su lado de 1811 hasta 1816. En el
congreso de 1813 apoyó el nombre de Francia para el Consulado, y en el de
1814 para la dictadura temporal. Dos años más tarde, en la asamblea de 1816,
se opuso a la dictadura perpetua, y desde entonces se separó de su antiguo
correligionario. Se retiró a la vida privada ejerciendo de abogado en muchos
pleitos y procesos. Fue el abogado de los señores Berges y Flota,
acaudalados comerciantes españoles procesados por el Dictador. En 1828 se
hizo cargo de la defensa del joven Urdapilleta, acusado de homicidio casual.
El Dr. Francia lo acusó de haber falseado pruebas del sumario y lo mandó
detener. Permaneció en la prisión doce años; consagróse durante ellos al
estudio y a las traducciones del francés. En 1838 y 1839 preparó los
originales de la Descripción. Su libro es rico en datos y recuerdos de una
época de la cual han quedado muy escasos testimonios. A la muerte del
Dictador en 1840, Molas recuperó la libertad. Poco tiempo después se
trasladó a vivir a la Villa de Pilar, y allí falleció en 1844. La versión
original del libro de Molas fue publicada en 1868 en la ciudad de Buenos
Aires.

Escribió Molas:

El temperamento de este país (Paraguay), hablando generalmente, es cálido,
pero soportable y sano; la constelación del cielo es suave y benigna. En la
Capital no se experimenta mayor frío, que cuando corren los vientos Sur y
Sudeste; en igual conformidad es más grato en la campaña en donde no se
siente tanto el rigor del calor, como asimismo en los pueblos de Misiones, a
excepción de la Villa de Caruguaty, tanto por los casi diarias nieblas, como
por estar situada entre montes. (Aquí se impone una pequeña disgresión:
según El Paraguayo Independiente, "la Villa de Caruguaty era célebre por
haber sido donde Artigas estuvo confinado 25 años. Francia le pasaba una
mensualidad de dos onzas que se la retiró cuando supo que criaba aves y
otras cosas necesarias que lo habilitaban para distribuir a los pobres del
distrito aquella dádiva. A la muerte del dictador, el actuario Policarpo
Patiño, que se arrogó el mando por un mes al fin del cual se ahorcó con un
cabestro, la primera medida que tomó, fue mandarle remachar una barra de
grillos. El Patriarca de la Federación, fue encontrado arando, y sorprendido
exclamó: "El dictador ha muerto", adivinando así, un suceso que se ocultó
por algún tiempo particularmente en la frontera. Llamado por López en 1845,
fue acomodado en la chacra de Ibira [Yvyra]i a una legua de la Asunción,
donde finalizó sus días el 23 de setiembre de 1850, a los 92 años de edad y
30 de residencia en el Paraguay" - TM).

Llegando a los pueblos de mulatos, dice Molas:

PUEBLOS DE MULATOS

1. El de la Emboscada, arriba de la Cordillera, sobre el río Paraguay,
fundado por el gobernador don Rafael de la Moneda, por los años de 1741 a
1742 con mulatos libres: desde su fundación cesaron los Bayaes [Mbayáes] de
invadir esta provincia.

2. El de Areguá, sobre la laguna Ypacaraí, que estaba a cargo y servicio de
los religiosos Mercedarios, que mantenían allí un capellán y chacarero, de
que subsistían.

3. El de Tabapí [Tavapy] que en su mayor parte se componía de esclavatura
perteneciente y propia de la comunidad religiosa de los Dominicos: ésta
poseía en propiedad los campos que los circundan en que mantenían una
opulenta estancia de ganados y una multitud de arrendatarios que pagaban a
la comunidad arrendamientos anuales. El pueblo estaba a cargo de un
religioso capellán; éste era el gobernador y administrador de sus
temporalidades, pero dependiente del Prior de la orden.

El año de 1820 con motivo de la extinción de las instituciones o comunidades
religiosas, se secuestraron todos los bienes de ellas, y se aplicaron al
Estado, secularizándose sus individuos. De estos tres pueblos, sólo el de la
Emboscada tiene Cura propio con feligresía foránea que se compone de los
arrendatarios. El de Areguá se comprende en la feligresía de Itahuguá
[Itaguá], y el de Tabapí [Tavapy] en la de Carapeguá.

Hasta aquí la información que proporciona Molas sobe los pueblos de mulatos
de Paraguay, que fueron como un antecedente para la radicación de los
Artigas Cué cerca de Asunción. ACERCA DE LA IDENTIDAD MESTIZA DEL PARAGUAY
en general, y de la integración de los descendientes de africanos en
particular, como complemento de lo anterior, hay un artículo publicado por
el diario ABC de Asunción sobre "Blancos, indios y negros", en
http://www.abc. com.py/2006- 03-26/articulos/ 241933/blancos- indios-y- negros,
firmado por Ignacio Telesca, que dice lo siguiente:

Tanto historiadores nacionales como extranjeros siempre remarcan al
mestizaje como uno de los ingredientes principales de la identidad
paraguaya, junto al idioma guaraní, al aislamiento geográfico y a las
amenazas limítrofes que la región fue experimentando desde la colonia hasta
nuestros días.

Son muy pocos los que aún hablan de un encuentro armonioso entre los
españoles recién llegados y los indígenas que habitaban la Región Oriental
del Paraguay. La documentación del Archivo Nacional nos habla de no menos de
20 rebeliones indígenas contra las autoridades españolas en los primeros 100
años. Estas rebeliones no invalidan la tesis del mestizaje; en todo caso,
nos hablan de un mestizaje, en muchos casos violento.

Sin embargo, muchas veces perdemos de vista que los españoles, cuando se
dieron cuenta que El Dorado (entiéndase, las minas de Potosí) ya había sido
descubierto por sus coterráneos provenientes del Perú, dejaron de venir a
estas tierras; y esto ocurría ya a fines del siglo XVI. Por casi doscientos
años no hubo ningún contingente migratorio proveniente de la Península
Ibérica.

Recién con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, y con la
creación del Estanco Real del Tabaco y Naipes tres años más tarde, un nuevo
grupo de comerciantes se afinca en la región. Estos no llegaban a conformar
el 0,2% de la población en 1785 y, si bien habrá aumentado la proporción
para los siguientes años, la política del primer consulado patrio como la
del Dr. Francia representó un freno para el desarrollo autónomo de este
grupo.

Entonces, durante los siglos XVII y XVIII el mestizaje no se dio entre
indígenas y españoles sino entre mestizos y mestizos, mestizos e indígenas,
mestizos y negros, y finalmente entre indígenas y negros. En otras palabras,
el mestizaje fue más complejo de lo que estamos acostumbrados a pensar.

A todo esto hay que agregar que en los censos que se realizaban no existía
la categoría "mestizo" sino que todos ellos integraban la de "españoles", y
ser español era sinónimo de blanco. Esto es importante no perderlo de vista
porque nos permite comprender la facilidad que tenía un indígena de un
Pueblo de Indios para escaparse del mismo y comenzar a formar parte de la
comunidad española.

Garavaglia cuenta el caso del indio Andrés Benítez a mediados del siglo XVII
que se escapó del pueblo de Ypané y se casó con la mulata Bartolomé Beloto.
De más está decir que el dueño de la encomienda, Cristóbal de Balbuena y
Ocampo, hizo todo lo posible para que se le restituyese a su indio Andrés,
ya que éste, dice don Cristóbal, por excusarse de la encomienda, de pocos
días a esta parte se finge mestizo y pone capote siendo tan conocido indio
tributario. Andrés salió triunfador en la disputa y Garavaglia culmina el
caso con el siguiente comentario: Sabemos que el hábito no hace al monje,
pero sin embargo, un indio con capote es un mestizo.

Pero más que del proceso de "blanqueamiento- españolizació n" de los indígenas
nos interesa centrarnos en el otro componente del mestizaje nunca tenido en
cuenta, el de los afrodescendientes.

Los esclavos se introducen en el Paraguay desde los inicios de la conquista.
Ya Alejo García y Pedro de Mendoza tenían esclavos en sus tripulaciones.
Cierto es que nunca hubo en Asunción un gran comercio de esclavos, y éstos
eran introducidos desde las provincias vecinas. Pero esto no implica que no
los haya habido. Para fines del siglo XVIII el 15% de la población paraguaya
era "negra o mulata" y aunque a muchos le cueste creerlo, según el censo de
Francisco de Aguirre de 1782, el 54,7% de la población asunceña era "negra o
mulata" entre esclavos y libres. En otras palabras, cada dos asuncenos, uno
era un afrodescendiente.

Recordemos también que existía un pueblo de pardos libres, Emboscada, y las
congregaciones religiosas tenían pueblos con esclavos (aunque éstas siempre
se negaron a considerarlos pueblos y les deban el nombre de estancia): los
dominicos en Tabapy (hoy Roque González), los mercedarios en Areguá, y los
jesuitas (hasta su expulsión) en Paraguarí. La población de cada una no
bajaba de los 500 habitantes (Asunción tenía 5.000 habitantes).

Solemos siempre considerar a este grupo como homogéneo, apartado del resto
de la sociedad y cuando nos preguntamos qué pasó con esta gente la respuesta
tradicional es que se extinguieron o que murieron en la Guerra contra la
Triple Alianza.

En la guerra, sin lugar a dudas, murió casi todo el pueblo, ni a 200.000
llegaron los sobrevivientes. Entre los muertos, muchos negros y mulatos. Sin
embargo, que había aún esclavos después de la guerra (y de más está decir
que también afrodescendientes libres) se ve claramente porque el comandante
en jefe del ejército brasileño, Conde de Eu, el 12 de septiembre de 1869 le
dirige una nota al gobierno provisorio en donde le manifiesta que durante su
marcha por los diversos pueblos de la república, se habían presentado no
pocos individuos, declarando ser esclavos de otros y pidiendo su libertad.
Acto seguido, el gobierno decreta el 2 de octubre de ese mismo año la
extinción de la esclavitud en todo el territorio de la república. Lo mismo
se reafirma en el artículo 25 de la Constitución de 1870: En la República
del Paraguay no hay esclavos, si alguno existiese queda libre desde la jura
de esta Constitución. Dando a entender, pareciera, que el decreto anterior
no fue del todo acatado o no llegó a circular ampliamente.

Todo lo anterior, se refiere a los esclavos que aún existían, nada dice de
los negros y mulatos ya libres. Estos, como es de esperarse en una sociedad
como la paraguaya, sin tantos prejuicios raciales, se fueron
interrelacionando con el resto de los grupos de la sociedad como lo venían
haciendo desde hacía varios siglos (el anterior caso del indio Andrés lo
pone bien de manifiesto).

Los documentos disponibles en el Archivo Nacional de Asunción nos muestran a
una población negra y mulata realizando las mismas actividades que los
mestizos pobres (es decir, los españoles pobres), tanto a nivel económico,
religioso o social, y participando en los ámbitos judiciales como el resto
de la población.

Respecto a esto último, en el último cuarto del siglo XVIII encontramos 39
casos en donde se involucran a negros y mulatos directamente. De estos 39
casos, 9 se dan entre blancos (venta, donaciones, y una señora que se opone
al casamiento de su hijo con una mulata); 15 contra negros (por deuda, 5 por
adulterios, por matar una mula, 4 por heridas, 2 por robo, por fuga, y por
falsificación de firma); y 15 demandas por parte de los negros (9 por
maltratos, 8 por papeles de venta, pide libertad de hijas, uno para que no
se venda, 6 fueron puestas por mujeres).

Esto nos está hablando, entonces, de una población en constante
interrelación con los otros grupos de la sociedad paraguaya. O sea, en
constante mestizaje.

Sin embargo, esta presencia de afrodescendientes es sistemáticamente negada
en el Paraguay. Arsenio López Decoud no dudaba en afirmar que existe entre
nosotros una perfecta homogeneidad étnica: el pigmento negro no ensombrece
nuestra piel.

Desgraciadamente para López Decoud, y para muchos que piensan hoy en día
como él, a ese 50% de asunceños negros y mulatos que existía a fines del
siglo XVIII no hay que buscarlos en un grupo determinado y compacto con
un´alto porcentaje de color negro en su tez, sino que forma parte de toda la
sociedad. Por ende, de la identidad mestiza del Paraguay, la cual está
integrada no sólo por indígenas y españoles, sino también por los
afrodescendientes.

Hasta aquí el artículo de ABC de Asunción. Pienso que muchas de las cosas
que dice pueden extrapolarse a Uruguay y a la formación étnica de nuestra
sociedad, sobre todo del interior. Los paraguayos quieren mucho a nuestro
país, y pienso que esto en parte se debe a que nos sienten como hermanos de
sangre.

Tomás Miller


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Mensajes con este tema (1)
4. ARTIGAS ...
Enviado por: "Fernando Cruz" tacuar@hotmail.com scabiolo
Do, 26 de Jul, 2009 12:19 pm




ARTIGAS, SÌMBOLOS Y MAUSOLEOS
23 julio de 2009
Del uso de la memoria

Leo Harari

Pasar los restos del general Artigas del Mausoleo a la antigua Casa de Gobierno, no es sólo un asunto de cruzar la calle. ¿Por qué desató tanta polémica? ¿Por qué es importante el lugar donde se encuentre lo que queda del cadáver de un héroe? ¿El presidente Tabaré Vázquez, al lanzar la iniciativa, quería hacer de esto un tema de campaña? Lo simbólico en este movimiento no concierne sólo a Artigas, creo que también dice mucho sobre el estilo presidencial de Vázquez
Su iniciativa tiene, como otros de sus gestos, un estilo marcadamente "mitterrandiano" . El ex presidente francés François Mitterrand, que era muy versado en símbolos, rituales y liturgias, también sabía, con una iniciativa oportuna, ponerse en la agenda del país cuando las circunstancias políticas lo hacían desvanecerse del rol central, que conservaba siempre pretendiendo estar ausente. Mitterrand inició su primer mandato entrando solo al Panteón para llevarles una rosa a los grandes hombres del socialismo allí conservados, mientras una multitud en las puertas escuchaba la "Oda a la Alegría", a todo volumen. Se separó del Partido Socialista que lo llevó al poder y gobernó por arriba de todos, dejando una imagen histórica de su figura, que construyó en vida. El último gran gesto de Mitterrand fue la organización del festejo del bicentenario de la revolución francesa. Vázquez pone en la agenda política y parlamentaria en pleno año electoral un tema ajeno a la coyuntura, que se inscribe en tiempos históricos. Así hará también promoviendo las festividades para el bicentenario de la gesta libertadora y, como Mitterrand, al no haber podido imponer a su delfín como candidato a la Presidencia, navegará como capitán del barco, la vista en el horizonte lejano, desconociendo las "pequeñeces" de la política cotidiana. Los legisladores tienen que ocuparse de reunir fuerzas, de preparar la campaña, de ser reelectos, focalizándose en octubre y sólo acompañarán al presidente si el costo político no es alto. La iniciativa del senador Reinaldo Gargano, creando una comisión para colocar frases de Artigas en el Mausoleo mientras se decide dónde se llevan sus restos, tira la pelota fuera de la cancha para ganar tiempo y evitar que la iniciativa presidencial perturbe la campaña.
De todas maneras, la propuesta de Vázquez es darle a Artigas un entorno republicano, sencillo, más cercano a la gente y rodeado de objetos de su época. Tiene un fin didáctico, popular y lejano a una visión sobrenatural o metafísica. Se trata de una apropiación, sin duda, invitando a darle una dimensión más humana y cercana. No sin riesgo, como hemos visto; los lugares de memoria, como los mitos fundadores y las propuestas identitarias son componentes de la cohesión social, pero pueden ser también líneas de fractura. La prueba es la resistencia que ofrecen al cambio quienes piensan que el gobierno del Frente Amplio es una anécdota pasajera y no quieren que la izquierda "se adueñe" de Artigas, o bien creen que éste fue antes que nada un militar, o por tantas otras razones, incluida la idea de que es necesario que los pueblos, para sentirse hermanados, tengan una figura absoluta, el padre de los padres, el jefe de los jefes. El historiador Pierre Nora decía: "La conciencia histórica colectiva es lo que queda del pasado en lo vivido por los grupos, o bien lo que estos grupos hacen del pasado". Son muy pocas las personas que han estudiado e investigado la vida y obra de Artigas lo suficiente como para hacerse una idea propia. La mayoría, entre los que me cuento, sabemos lo que aprendimos en la escuela, las citas que se ponen en los discursos. Tenemos de Artigas esa imagen erguida, el sombrero en la mano, una idea del éxodo y retazos de biografía. Con la ayuda de versiones poco oficiales construí mi versión preferida, la de un Artigas buen bailarín, buen amigo, pícaro y sobre todo muy libertario. No lo imagino cómodo en el Mausoleo, ni siquiera en Montevideo, ciudad de los unitarios contra quienes combatió, capital de los uruguayos, un Estado que nunca reconoció.
El entorno sugiere, sustenta y orienta lo simbólico. No da igual que la urna se deposite en la catedral, como es el caso de San Martín en Buenos Aires, en un panteón o un museo nacional, es decir cerca de Dios, de la República o de la historia. Allí donde está la urna se encuentra lo que Pierre Nora llama el "sitio de memoria". Es el lugar donde lo tangible –restos, huesos, cenizas o reliquias– se junta con lo simbólico, el mito del héroe, lo que él representa. Los lugares de memoria juegan un rol clave como fundamento de la identidad social y, por eso, influyen sobre los futuros posibles. Se trata de la puesta en escena de un mensaje. Del mismo personaje se puede sacar a relucir el talento guerrero, el ideario, la astucia, la disciplina, la solidaridad, la generosidad, su proyecto, o sólo algún aspecto entre tantos otros. Esta religión laica, en la cual el héroe toma el lugar de ser supremo, condiciona la memoria colectiva, es modelo y ejemplo para las jóvenes generaciones y da una forma de antepasado común a la nación. Por eso los traslados no son inocentes, y los restos de aquellos con quienes un pueblo puede o cree identificarse han sido objeto a lo largo de la historia de todo tipo de manipulación. Un ejemplo no muy lejano es el de Eva Perón, cuyo cadáver fue secuestrado por militares, escondido en una camioneta por meses, expatriado y enterrado en Milán, desaparecido, robado, infructuosamente negociado por guerrilleros a cambio de un general secuestrado, en una lucha encarnizada por ser propietarios no de los huesos sino de lo que Evita representa en el imaginario argentino. Los que rememoramos esa aventura terminamos comprendiendo por qué en un sepelio se desea que "descanse en paz". Artigas, ¿descansa en paz en el Mausoleo? O quizás mejor, ¿qué Artigas descansa en el Mausoleo de la plaza Independencia?
El dictador Batista sacó los restos de José Martí del cementerio para llevarlos a un mausoleo, Pinochet hizo lo mismo para llevar los restos de O'Higgins al Altar de la Patria. Es propio de los gobiernos fuertes recuperar una figura heroica, endiosarla, hacerla monumento y luego considerarse herederos y guardianes de su herencia. Crean, o intentar crear, su legitimidad a través del símbolo apropiado. Parecido camino recorrió la dictadura uruguaya con los restos de Artigas, con una variante interesante: los sacan del cuartel donde estaban para llevarlos al Mausoleo, como ellos salieron de los cuarteles para apoderarse del destino del país. En conclusión, el prócer nunca es quien fue, sino lo que hacemos de él.
Los restos de Artigas esperaron cinco años en Paraguay hasta que fueron repatriados, permanecieron años en la aduana, pasaron al Panteón Nacional, en 1950 lo velaron por tres días al pie del Obelisco, luego fueron trasladados al Regimiento de Caballería número 1, hasta que en 1977 fueron llevados al Mausoleo. El Artigas que contiene el Mausoleo representa una autoridad intocable. Es el "jefe de la patria" por el que se va a morir en la guerra. La puesta en escena es la de militares custodiando una reliquia sagrada. Las autoridades de facto habían decidido poner solamente fechas relativas a la vida y acción de Artigas; no había lugar para frases "débiles" o subversivas como "clemencia para los vencidos" o "con libertad no ofendo ni temo". A este tipo de construcciones las caracteriza la fastuosidad, la pompa, lo monumental, junto al vacío de información alejando al personaje de todo lo humano. Los mausoleos son las catedrales de la religión civil, están hechos para hacernos sentir pequeños frente a esa presencia, vieja historia que uno puede comprender para los imperios y las religiones, pero la República está sustentada por ciudadanos y no por súbditos o fieles. Los héroes, monumentos y símbolos de una república están para construir una identidad nacional democrática.

[Algunas citas de esta nota provienen del discurso de Enrique Iglesias "Lugares de memoria en el Nuevo Mundo" (7-VII-09) y del libro Pierre Nora en Les lieux de mémoire, Trilce, Montevideo, 2008].


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