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discurso de mi hija Patricia en su escuela 190 de Pajas Blancas
FELICITACIOES A PATRICIA A LA MAMA Y AL PADRE EN SU DIA Y A SUS ABUELOS
19 DE JUNIO
Enviado por: "Tere" noblan@montevideo.com.uy noblan
Do, 20 de Jun, 2010 1:24 pm
Estamos reunidos una vez más para conmemorar el nacimiento de José Gervasio
Artigas.
Artigas, nuestro prócer. ¿Quién fue? ¿Qué hace que hoy lo recordemos? ¿Qué
tuvo de especial, de distinto?
A veces lo confundimos con un héroe o hasta con un superhombre y pensamos
que es casi natural que, por ser un prócer, haya luchado, peleado y
realizado todo tipo de hazañas en un tiempo lejano. Pero en verdad él era un
hombre como lo somos todos nosotros, y también fue niño, cómo ustedes, que
hoy están aquí.
Tuvo una mamá y un papá, Francisca y José, nació en 1764. Tenía 5 hermanos.
Y así como ustedes vienen a aprender a la escuela, el también lo hizo, pero
en el Colegio de los Padres Franciscanos, donde estudiaban los niños ricos
de la ciudad.
De joven se hizo cargo de la hacienda de su padre, aprendiendo allí las
duras tareas del campo y sobre todo conociendo a su gente, que fue tan
importante en nuestra Historia y continúa siéndolo en la actualidad. Pero
pronto abandonó la estancia y recorrió cuchillas, montes, ríos, el país
entero de punta a punta. Ingresó al Regimiento de Blandengues, en dónde
aprendió la táctica de la milicia y adquirió la actitud militar del mando y
la organización. Así fue conociendo y dándose a conocer entre los habitantes
de lo que era la Banda Oriental.
En 1811, cuando se produce el alzamiento de la campaña, él ya se ha
transformado en un caudillo y es el hombre que congrega al gauchaje, a los
mestizos, a los negros escapados de sus amos, a tribus indígenas con sus
caciques, a estancieros criollos con su peonada, y hasta a algunos curas
patriotas. Esto se hace evidente en un pasaje fundamental de nuestra
historia: el Éxodo del pueblo oriental. Todo un pueblo marchando detrás de
un hombre sin que éste lo pidiera, dejando sus pertenencias, quemando sus
ranchos, y caminando detrás de la luz que este hombre irradiaba para ellos.
¿Se imaginan?
Para aquellas personas “el caudillo encarna su voluntad, su necesidad, su
ley, su destino; el centro de su nacionalidad estará en donde él esté” nos
dice el historiador Zum Felde.
Artigas es nombrado Jefe de los Orientales, Protector de los Pueblos Libres.
Ningún oriental en toda la historia recibió cargo más honroso que esos, ni
siquiera el de presidente.
Sabemos, además, que el caudillo no se construye a sí mismo, sino que es el
pueblo que lo crea, es decir, detrás de Artigas hay una entidad social que
lo produce y lo erige como personaje histórico.
Y creo importante destacar, que nunca habló Artigas de Uruguay; eso no hay
que olvidarlo. Nosotros lo llamamos el padre de la patria, pero él no
concebía a lo que hoy es Uruguay como país aislado, siempre predicó en pos
de la confederación de provincias unidas del Río de la Plata.
Así, 1815 lo encontramos al frente del gobierno de cinco provincias en el
campamento de Purificación. Tomando prestadas algunas palabras del escritor
Eduardo Galeano:
Aquí, donde el río se enoja y se revuelve en hervores y remolinos, sobre la
meseta rodeada de fosas y cañones, gobierna el general Artigas. Estos mil
fogones de criollos pobres, estos ranchos de barro y paja y ventanas de
cuero, son la capital de la confederación de pueblos del interior del río de
la Plata. Ante la choza de gobierno, los caballos esperan a los mensajeros
que galopan trayendo consultas y llevando decretos. No luce medallas el
uniforme del caudillo del sur.
Artigas, hijo de la pradera, había sido contrabandista y perseguido de
contrabandistas. Él conoce los pasos de cada río, los secretos de cada
monte, el sabor del pasto de cada comarca; y más conoce los hondones del
alma de los huraños jinetes que solo tienen la vida para dar y la dan
peleando a lanza en alucinante torbellino.
Las banderas de Artigas flamean sobre la región que mojan los ríos Uruguay y
Paraná y se extienden hasta las sierras de Córdoba. Comparten este inmenso
espacio las provincias que se niegan a ser colonia de Buenos Aires después
de haberse liberado de España.
Ante la avalancha de mercancías europeas, Artigas quiere levantar diques que
defiendan nuestras artes y fábricas, con libre acceso para máquinas, libros
y medicinas. La liga federal artiguista no quiere rey, sino asambleas y
congresos de vecinos, y para colmo de escándalos el caudillo decreta la
reforma agraria.
Lo que nos congrega hoy aquí, para recordar a este hombre, no son las muchas
batallas libradas, algunas ganó y otras tantas perdió. Eso tal vez sea una
pequeña parte.
Lo fundamental es su pensamiento social, político, económico, su integridad
humana, la capacidad de entregar la vida por los demás, su ética
incorrompible, la justicia de sus decisiones y planteos, el respeto y amor
por las minorías marginadas, su incansable lucha por la justicia social. Eso
lo hizo diferente, como seguiría siéndolo hoy.
Ojalá cuando ustedes sean grandes, adultos, decidan continuar la lucha por
estos ideales tan nobles, que 160 años después de la muerte del caudillo,
siguen teniendo validez, actualidad y urgencia. Diferentes son hoy las
armas, diferente es la forma de luchar, pero la batalla aún no ha terminado
y están vigentes los objetivos de la lucha que Artigas comenzó.
Hoy sus maestros les deseamos que puedan sentirse orgullosos de haber nacido
en esta tierra, en donde nació este gigante de la Historia y que su memoria
les sirva de estímulo para encontrar un camino en la vida.
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