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martes, 26 de abril de 2011

EL PRECIO DUELO ENTRE HERMANOS

Duelo de hermanos: el estreno de “El precio”, de Arthur Miller
De Arthur Miller. Arturo Puig y Antonio Grimau interpretan a los hermanos que se reúnen después de muchos años para rematar los muebles de la casa paterna. Los acompañan Pepe Soriano y Selva Alemán.
26.04.2011 | Por Juan José Santillán jsantillan@clarin.com NOTAS RELACIONADAS
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Arturo Puig Antonio Grimau De la memoria de Pepe Soriano surge una baraja interminable de anécdotas. Gatilla la primera: en el escenario del Liceo tocó el contrabajo como invitado del guitarrista de jazz argentino Oscar Alemán. Luego, explica que el camarín donde se lleva a cabo la entrevista perteneció a la actriz uruguaya Luisa Vehil. “Yo trabajé en este teatro cuando era un muchacho y juntos montamos en 1957 El anzuelo de Fenisa, de Lope de Vega, dirigidos por Alejandro Casona – rememora-. En esa puesta había un clima de afecto y respeto, como el que vivo ahora con mis compañeros de El precio. Eso no es poco en una época donde veo tanta agresión entre colegas. Hace poco me causó gracia una frase de Moria Casán: No se dan cuenta de que son todos de cabotaje porque, claro, a De Niro y a Redford todo el mundo los conoce. Pero acá se pelean en el teatro, salen, caminan dos, tres cuadras, y nadie sabe quiénes son”.
Selva Alemán trae regalos para los camarines de sus compañeros, bolsas que carga su esposo, Arturo Puig. Se trata esencialmente de aromatizantes y botellas de vino. Debido al maratón de trabajo que atraviesa por estos meses, Antonio Grimau se retrasa unos minutos. “Es reconfortante refugiarse en el teatro a cierta hora del día -dice un agotado Grimau-. Lo que me cuesta es el ejercicio infernal de la tira diaria (Herederos de una venganza), con o sin teatro es algo tremendo. Pero no todo el tiempo está un Miller esperándote. Además de la tira, yo empecé a ensayar El precio cuando todavía tenía El anatomista en cartel. Fue una locura. La única clave es que trato de descansar lo más temprano posible porque a esta obra no me la quiero perder”. Grimau interpreta a Walter, un médico cirujano que después de 16 años intenta reconciliarse con su hermano, “le ofrece un trabajo y no le sale nada bien – dice el actor-, Walter está metido en todo el meollo familiar, pero intentó salvarse con la suya, viene a la casa con una especie de autocrítica e introspección de sí mismo”.
Puig y Alemán vuelven a juntarse en el escenario nuevamente como pareja, en esta ocasión dándole forma a Víctor y Esther, un matrimonio surgido en la posguerra y la recesión. “Ella es una mujer que, como tantas de Miller, es la sombra de su marido – dice Alemán-. Creo que es algo que también tiene que ver con la época: 1968. Esther proyectaba una buena vida, escribía poesía y podría haberse desarrollado, pero se quedó estancada y se ha refugiado en el alcohol. Encima, su hijo acaba de dejar el hogar paterno y eso la pone más triste. Se encuentra con su esposo para vender los muebles de la casa de su suegro, y tratar de unir a Víctor con su hermano Walter, que no se ven hace 16 años”. Sin embargo, es dura la tarea que le toca debido a la distancia, prácticamente insalvable, entre los hermanos. “Víctor ha sacrificado su brillante carrera universitaria por quedarse a cuidar al padre, ha entrado en la policía y arrastró a su mujer a una vida muy mediocre -explica Puig-. Le toca rematar todos los muebles porque van a demoler la casa. Para eso viene un tasador, Salomon, que él mismo ha llamado”.
Solomon es un personaje que no interviene directamente en la trama de la obra, pero tiene características muy particulares.
Soriano: Es ajeno a esta historia porque los protagonistas son ellos tres. Viene a comprar. Es un viejo judío que no sabemos si algunas cosas que dice son ciertas, pero parece que es un gran fabulador. Lo único que creo cierto es cuando habla de su hija al final, pero tiene un documento del momento en el que le dieron la baja de la Marina inglesa, dice que cantó con Gallagher y Sheen, y si fuera por él, agregaría que trabajaba con Bill Cosby a la par. Cuenta que era acróbata y también vendedor de muebles. No lo conoce nadie, el tipo llega, se instala y es un rompepelotas de primera porque descalifica todos los muebles, ya que para comprar tiene que devaluar. Yo creo que este personaje es una especie de cuña que el autor pone para distender situaciones. No más. La historia en verdad es de ellos dos y ella en el medio, como esposa y puente, como pasa en las familias. Es una obra que es muy reconocible en la calle, porque retrata un despelote familiar con mucha nitidez.
Alemán: De todas maneras pienso que tu personajes, a partir de este encuentro, revive. Su vida empieza de nuevo.
Soriano: Sí, en un momento lo dice, “estoy muy viejo para trabajar”. Es alguien que está fuera de la historia, pero es un testigo privilegiado. Es muy divertido hacerlo, pero no aparece un compromiso con respecto al vínculo de ellos. En un momento, sólo dice “déjelos”, no vale la pena seguir discutiendo. Andá a saber qué piensa, quizá diga “qué gente, si yo les contara ...” porque dice que tiene noventa años. Esta película de dos hermanos peleados por una herencia, él ya la vio varias veces.
¿Qué relación han tenido tanto con Miller como con Helena Tritek, la directora?
Soriano: Yo trabajé con Helena en El violinista en el tejado, de ahí nace mi relación con ella. La conocía como actriz de muy joven. Cuando hice esta obra logramos algo que me pasó con muchos directores y con otros, no: establecer una relación humana.
Alemán: Con Arturo y Antonio compartimos un Miller hace unos años atrás cuando hicimos Cristales rotos.
Grimau: Ese fue mi único Miller, y éste, mi debut con Helena Tritek.
Alemán: Helena es la primera vez que me dirige, pero nos conocimos desde el Conservatorio de Arte Escénico, éramos compañeras en primer año. Luego, cuando yo tenía 28 años, estrenamos en el San Martín Las troyanas y trabajamos juntas unos cuantos meses. Pasó todo este tiempo y acá nos encontramos.
Puig: Este es mi cuarto Miller.
Grimau: Sí (ríe).
Puig: El me odia porque hice Panorama desde el puente y era una obra que quería hacer él.
Grimau: Sí, tengo atragantada esa obra desde que hacía los talleres de actuación con Gené. Te darás cuenta que hablo de muchos años atrás.
Miller es un autor por el que muchos actores quieren pasar. ¿Qué los convoca puntualmente de sus textos?
Alemán: Tiene la capacidad de generar entre sus obras cosas bien distintas.
Soriano: En el ensayo general vino a ver la obra Cipe Lincovsky y me quedé enganchado porque ella dice que vio la última función de El precio, con Joseph Buloff.
Alemán: ¿Quién es Buloff?
Grimau: Sandra Buloff … (ríe)
Alemán: ¡No!
Soriano: Fue el gran actor judío de la historia del teatro del mundo.
Grimau: Volviendo a Miller, creo que tiene una estructura dramática perfecta, es un placer encarar estas escenas.
Alemán: Una utilización de las palabras que lo emparentó un poco a Tennessee Williams.
Puig: Sí, pero Williams se va más para el lado poético, Miller tiene en su escritura aspectos sociales y políticos.
Soriano: Es un autor que se puede hacer muy bien, regular y hasta mal, pero la obra siempre queda bien parada. «
CLARIN

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