Alejandro Balbis

Alejandro Balbis
La marcha camión desde enfrente
Llega "El gran pez", con otro murguista clave que se vuelca a tocar solo


SEBASTIÁN AUYANET

A pesar de ser figura en la Falta y Resto, de su trabajo con Jaime Roos, de haber producido junto a Santaolalla y de escribir para La Vela Puerca, a Alejandro Balbis le costó casi 30 años animarse a grabar un disco propio. El gran pez terminó con esa espera.

"La distancia entre los cuentos y los acontecimientos, ni más ni menos que una versión". Esa frase define lo que encantó a Alejandro Balbis en 2003, después de ver la película inspirada en el libro de Daniel Wallace que inspiró el nombre y primer tema de su primer disco. "Mis viejos ya no estaban, el país se iba al carajo, me había peleado con la banda... y esa película me dio vuelta". Sacó el DVD y junto a Carolina, quien en ese momento era su mujer, se puso a escribir.

Fue Edward Bloom, el personaje de Ewan McGregor, el que a 26 años de sus primeros pasos en el TUMP con Jorge Lazaroff y Luis Trochón, marcó el impulso solicitado por terceros y añorado en la interna: el disco propio, ese que llegó mucho tiempo después de que Balbis haya escrito canciones como el clásico de La Vela Puerca El viejo, junto a Sebastián Teysera y Nicolás Lieutier. Cuestiones de confianza y tiempo, dice.

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El gran pez incluye todo lo que es el murguista que llegó a director cuyo primer recuerdo musical es un vinilo de Edith Piaf. También ha sido compositor, arreglador y hombre de confianza en el estudio a la hora de los toques murgueros.

Alguien que aprovechó eso fue Gustavo Santaolalla, a la hora de añadir esos elementos en la música que definió la identidad de Bersuit Bergarabat. También trabajó con el grupo de Juan Campodónico que produce los discos de Jorge Drexler.

Pero la esencia más importante que transmite el disco es la del Balbis de hoy: un montevideano que hace una década cambió Sayago por Boedo y que, radicado en Buenos Aires, acaparó sonidos, amistades musicales y oficio para animarse a pegar el salto.

"Se hizo esperar el tipo", dice con una risa que parece aliviada, como esas que se largan cuando se consigue algo que tomó más tiempo y esfuerzo del que se hubiera supuesto. "Hubo varios factores. Digamos que yo me consideré con la batería de canciones suficientes para el disco en 2007. Para mí, esa batería tenía que constar del triple de las canciones que fuera a elegir para el trabajo". El compositor terminó con un demo de 37 temas, de los cuales varios se colaron en una edición pirata que circuló incluso en Montevideo.

La más vieja de esas canciones es de 1998. Eran tiempos de director en la Falta y Resto sobre el escenario y de talleres de murga al otro lado del charco. Balbis ya había pasado por Saltimbanquis y Contrafarsa, además de haber tocado en Australia, o de haber participado de presentaciones en El Galpón junto a Lágrima Ríos y Mauricio Ubal.

¿Dónde estaban las canciones, entonces? Al parecer, una cuestión casi futbolística predisponía al compositor: tenerse fe para cumplir como número 5 y no como "10". "Yo creo que estaban escondidas tras una cabeza de laburante. No una mentalidad de artista, con una carrera, sino de un tipo que quiere trabajar. Qué hay que hacer, para cuándo y cuánto sale. Y listo. Además, el carnaval es un ámbito con idiosincracias muy concretas, con formas de ver la música de una manera distinta y bastante contrapuestas a la carrera solista. No está muy bien visto que hagas la tuya, porque eso te aleja de lo que es el carnaval. Por eso hace dos años que no salgo en murgas, y el que viene tampoco voy a salir. Porque por ahora tocó este camino", explica Balbis. Además, en su carrera ha dirigido ocho espectáculos teatrales. El último se llama Camorra y aún se presenta en la Trastienda bonaerense.

Aunque nunca definitiva o insalvable, la distancia con la pintura y el disfraz comenzó -naturalmente- cuando tocó cambiar de ciudad. "No me costó tanto entrar en el estudio, más difícil fue elegir los temas. Una vez en el estudio me di cuenta que sabía lo que quería sacar de él. Lo que yo quería como idea principal era alejarme todo lo posible de la murga como género. De todos los cánones estéticos que tiene. Claro que eso no sucede nunca del todo porque uno es lo que es".

Eso explica el intento de embolsar y probar géneros que se nota en El gran pez, tan común a la mayoría de los músicos de la movida MPU. Salirse de la matriz murguera aunque nunca del todo, y añadirle otras variantes que pasan al frente. Ahí, el disco de Balbis es más ecléctico que otros como Rocanrol, de Pitufo Lombardo.

Balbis se anima más al rock y en varios pasajes ofrece el sonido que influyó a los argentinos que han trabajado con él: rock, milonga, candombe y pop se cruzan por el disco sin confundir ni estorbar, y la semilla del sonido de bandas como la propia Bersuit o los emergentes Las Pastillas del Abuelo se notan con claridad. En definitiva, El gran pez termina siendo, quizá, el trabajo más regional que han producido las figuras murgueras hasta la fecha. Entre los dos puertos, Balbis se sale de las imágenes del imaginario carnavalero para hacer un disco más personal en el que se mira hacia adentro. Y para contarse pone al servicio a varios compañeros de ruta (desde Teysera hasta León Gieco) y a una forma de escribir que mucho tiene que ver con todos ellos.

Las ganas de irse a otros géneros no es verso y parece que prometen ir a límites más complejos. "¿Qué me queda por hacer? Música electrónica. Hay gente como Nacho Benedetti con la que se puede laburar. O Rodrígo Gómez, con quien ahora estoy armando canciones de campaña política para agrupaciones políticas de Neuquén. Tiene una cabeza increíble para hacer música, entre otras redefinir el sonido de La Trampa. Hay que darle cancha y chances a los productores nuevos que están apareciéndose acá", dice Balbis. Aunque de momento, su inquietud es seguir escribiendo por fuera del género con el que se crió. "Lleva años pasar de cantar con alguien al lado a hacerlo solo y al frente. En cuanto a eso, todavía me falta aprender mucho".

5 referentes del trabajo en el estudio
Jaime Roos: "De él aprendí la obsesión. Por ahí cuando termina un arreglo lo termina y se olvida, eso puede ser. Pero antes de dejarlo le da vueltas y vueltas".

De Gustavo Santaolalla: "La capacidad de enfocarse igual quince horas en el trabajo que está haciendo, y de no moverse hasta que sale. Es una cosa que la pude ver pero no la aprendí, es algo que escapa a mis capacidades. Compartimos estudio por primera vez cuando laburamos con Bersuit. Después tocó La Vela y Bajofondo".

De Juan Campodónico: "Una cosa es saber enfocarse en el laburo y otra cosa en la meta. Juan sabe desde el arranque a dónde quiere llegar con eso que está laburando y cuando llega al final, las cosas salen exactamente como se las imaginó al principio".

De los músicos de Bersuit Bergarabat: "Eso es mucho más denso. Creo que su gran capacidad es la de reciclar las relaciones humanas entre los artistas. Es asombrosa la capacidad que tienen de redescubrirse y de soportarse. Muchas veces la boca del Pelado Cordera los llevó al fondo, y supieron remar de vuelta. Siempre vuelven a empezar, a pesar de que son una estructura muy compleja.

De Sebastián Tey-sera: "Todo con el `Enano` es una cosa bárbara. Él hace todo muy simple, las canciones que se sacan con el mínimo, con un acorde, son lo que más le gusta. Siempre me dice `¡Menos acordes, menos acordes!"

"Falta que alguien la rompa"
Balbis sobre el futuro de la música local. "Falta que un artista la rompa en América Latina. Porque Jorge Drexler todavía no pega en América Latina, sí en Europa. Se precisa un Maradona que instale la música uruguaya. Eso va a abrirle puertas a los que vienen atrás. En Argentina es muy complicado entrar. La Falta, el propio Jaime Roos, tocan para un público muy reducido, a pesar de ser muy apreciados. La gente sabe que la música uruguaya es buena porque oye hablar de ella, pero no la consume".


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