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Tremenda mujer para el tango
La cantante argentina se presenta esta noche en La Trastienda


ALEXANDER LALUZ

Adriana Varela cruza el charco con un álbum nuevo, "Docke", y el temperamento de siempre para una única función en La Trastienda. La cita con esta "gata" del tango es esta noche, a las 21 horas.

Su nuevo trabajo viene con doble premio: un disco compacto más un DVD grabados en vivo junto al Quinteto de Guitarras (Horacio Avilano, Osvaldo Burucuá, Rabel Varela, Mariano Olivera y Juan Manuel Avilano), en octubre del año pasado en el teatro ND Ateneo. Este material revisita desde la textura tradicional del conjunto de guitarras del tango, una selección de clásicos como Desde el alma, Malevaje, Niebla del Riachuelo o Grisel, hasta Milonga de Gauna de Jaime Roos y Una canción para la Magdalena de Joaquín Sabina.

Ese cruce generacional y estético, contra cualquier alarma desprevenida, no juega en el terreno del burdo pastiche o la complacencia impostada (aquello de dejar contentos a unos y otros, modernos y académicos). Es la misma Adriana Varela que cantó a Goyeneche, Rivero, pero también compartió la escena con Santaolalla, Roos, Sabina, Hugo Fattoruso o Rodolfo Mederos. Es la vocación por el (re)encuentro simbólico, que logra ubicarse más allá de coqueteos oportunistas con fuelles, guitarras del viejo almacén y vuelo virtuoso de púas, con urbanidades sonoras de otra cuna, y que luego se diluyen en vistosos catálogos de world music.

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www.travelsinargentina.com Lo de Varela va por otras rutas. Sí, de nuevo, las rutas del encuentro. Sus performances ponen en juego esas escuchas que pulsan en el mapa de nuestras ciudades, sus personajes de estirpe bohemia. Una síntesis que se terminó de dibujar en la orilla montevideana del Plata en Cuando el río suena (1999), con una producción capitaneada por Jaime Roos. Allí aparecieron los rostros que faltaban en su acervo de asfaltados signos musicales. Milonga de pelo largo y la herencia beat y milonguera de Dino. La incursión hacia el mundo rural, el otro interior musical (el que siempre está disociado de la metrópolis urbana) de Pa` l abrojal. Los parches de sinuosas y añejas mixturas en Milongón del Guruyú.

A esos mundos llegó con el oficio curtido por Alma de loca, Pedacito de cielo o su personal Muñeca brava, piezas clásicas que plasmó, dos años antes y bajo la dirección musical de Esteban Morgado, en Tango en vivo (1997). Esos y otros tantos tangos también venían fogueados por versiones anteriores. En el 91 había sido Tangos, un cassette editado por Melopea, cuyo lado A abría con su primera y temperamental versión de Muñeca brava, de Luis Visca y Enrique Cadícamo. Virgilio Expósito y el "Polaco" Goyeneche le echaron el ojo (y el oído) y la apadrinaron luego en Maquillaje (1993). Dos íconos junto al emergente talento y un repertorio para iniciados. Maquillaje, de los hermanos Expósito, otro clásico: Balada para un loco a dúo con el "Polaco", otra versión de Alma de loca, de Cavazza y Font. Ya a mediados de los noventa llegaron otros dos títulos que la mostraban como una voz en plena maduración interpretativa: Corazones perversos y Tangos de Lengue, que reunió creaciones hasta el momento inéditas de Cadícamo.

A esta altura, "la gata" era una figura que se recortaba en la escena tanguera de la vecina orilla. Voz grave, áspera, con la que componía un personaje nutrido por el decir del último Goyeneche y la sabiduría temperamental de Rivero de siempre. Hoy, ese modo de interpretar se asienta en aguas más tranquilas y se afirma como un modelo alejado del dominante lirismo de la "Tana" Rinaldi, los envejecidos pintoresquismos o la curiosidad pop y neotanguera.

Ella misma se ve en un tiempo de mayor mesura. "Ahora estoy muy tranquila, soy más madura, tengo más miedo", le respondió a un cronista de El País de Madrid, en febrero de este año, poco antes de presentarse en el Teatro del Liceo de Barcelona. "Tengo más cosas que perder. Cosas que ya son mías. Se ha terminado el vincularme desde la carencia, lo he hecho mil veces, por eso tanto rock, tanto tango. Ahora si me tengo que vincular sólo lo hago para poder evolucionar y toda la otra vehemencia forma parte de mi carácter, de mi personalidad, pero no tiene nada que ver con las letras del tango", agregó.

Con esa experiencia vital y musical, que fue reconocida en 2007 con un premio Gardel por el disco Encaje (una producción de 2006 en la que volvió por otra tanda de clásicos), llega hoy a Montevideo y con nuevo material: Docke, un disco que se orienta hacia las raíces guitarreras del tango y con en un personaje vocal que ya no necesita de las comparaciones (la vieja y querida intertextualidad) para defender su lugar en el género.

De la fonoaudiología a ser una figura del tango
Inquieta, buscadora, nerviosa y fumadora empedernida. Así es esta temperamental cantante que llegó al tango desde la fonoaudiología. Un acercamiento distinto, con otros trasfondos intelectuales y artísticos, que le sirvieron para trascender, como ella misma lo reconoce, el estándar turístico del género. De no ser así ella dice: "sino sería una más cantando tangos".

Pero además de este tradicional género ciudadano, Adriana Varela ha transitado por otras escenas musicales. Quincy Jones, por ejemplo, la convocó como representante de Argentina a Concert of The Americas, junto a cantantes como Celia Cruz, Tito Puente, Daniela Mercury, Liza Minelli y Paul Anka. El espectáculo, que fue dirigido por otra leyenda como Lalo Schifrin, no habrá tenido más brillo que el aportado por las estrellas invitadas, pero representó un salto importante hacia los escenarios internacionales.

Por mérito propio, sus primeros discos Tango y Maquillaje, fueron galardonados con el premio ACE y en 2002 con un primer Gardel, y el segundo llegó en 2007 reconociéndola como intérprete en su disco Encaje.

A esto que hay que sumar el reconocimiento que han tenido sus varias actuaciones en Europa, como su reciente y exitosa actuación en España, y en otros países de Latinoamérica .

Al presentar su disco Corazones perversos, en 1994, en el Teatro General San Martín, tuvo como músicos invitados a dos uruguayos con quienes mantiene una relación artística muy cercana: Hugo Fattoruso y Jaime Roos. Esos encuentros que van más allá de las fronteras del tango, son un interesante signo de la amplitud con que ha encarado la labor interpretativa: buscar ante todo la expresividad de un sentir urbano que está más atado a las vivencias de un tiempo que a las fronteras políticas. Cuando el río suena es si acaso el signo más potente de esa búsqueda, y que no sólo se materializó en el disco sino también en las presentaciones que realizó con ese material, que colmaron varias veces el local de La Trastienda en Buenos Aires.

Ese espíritu también se plasmó al abordar a compositores y letristas del rock argentino. Así es que ella llega a definir al tango como algo más que un género de fronteras estrictas a nivel estilístico. Es una expresión que encarna una actitud de vida, en la que se profundizan "los grandes problemas del ser humano, de emociones de sentimientos. De las mismas cosas de las que se han hablado desde hace años, desde hace siglos", ha dicho ella.


El País Digital