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martes, 14 de octubre de 2008

Ana Ribeiro: de la historia a la novela

Ana Ribeiro: de la historia a la novela
Acontecimiento. La historiadora presenta hoy "Todo se pasa", su primer libro de ficción


GUILLERMO ZAPIOLA

A los dieciséis años Ana Ribeiro colocó en la puerta de su cuarto ("con impertinencia juvenil", reconoce ahora) un cartel que decía "No molestar; genio trabajando", e informó al mundo (o al menos a su familia) que estaba escribiendo una novela.

No solamente llenó algunas cuartillas con ese material novelesco que debía reflejar, con la correspondiente dosis de ficción, algunas historias y recuerdos familiares, sino que también escribió ("como debe hacer toda joven") algo de poesía. Hoy sonríe cuando lo recuerda, reconoce que no tenía la menor idea de qué era eso de escribir literatura, y terminó prendiendo fuego al material.

Luego ocurrieron otras cosas en la vida de Ana, entre ellas una Licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades y un enorme trabajo de investigación y escritura en su especialidad que le ha valido numerosos galardones.


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Una lista incompleta de su material publicado hasta ahora incluye Historia e historiadores nacionales (1940-1990): Del ensayo sociológico a la historia de las mentalidades; Historiografía nacional (1880-1940): De la épica al ensayo sociológico; Montevideo, la Malbienquerida; los siete tomos de Los tiempos de Artigas editados por El País y El caudillo y el dictador, entre varios otros. También ha ejercido el periodismo radial, y en el último par de años ha pasado la mitad de su tiempo entre la Universidad de Salamanca y el Archivo de Indias en Sevilla, trabajando en una tesis sobre "el bando de los leales" en las guerras de la Independencia de América.

Sin embargo, aquella novela de los dieciséis años se negó a morir. Y Ana no tiene inconveniente en afirmar que Todo se pasa, el libro editado por Planeta que presentará esta noche a las 19 hs en el Club Español es "aquella novela", aunque para llegar a ella haya tenido primero que aprender a escribir.

Su trabajo como historiadora tuvo que ver con ello. A través de él se produjo un proceso a lo largo del cual, sostiene hoy, "maceré el estilo, investigué la fuerza del relato". Todavía se sorprende cuando alguien se refiere a El caudillo y el dictador como "esa novela que escribió sobre Artigas", porque está convencida (con toda la razón del mundo) de que se trata de un libro de historia y no de una novela, sin dejar de reconocer empero que su empeño en dotar a su personaje de una peculiar carnadura implica, de alguna manera, incursionar en un territorio novelesco.

Puntualmente, Todo se pasa fue, según Ana, el resultado de "seis meses de silencio y soledad lejos del país", meses pasados en España para trabajar en su tesis. Le quedaba bastante tiempo libre y se preguntó: "¡Y ahora qué hago? ¿Mirarme a mí misma? Veamos, ¿qué tengo pendiente?"

Y de pronto reapareció la vieja idea de la novela, la historia de la abuela también llamada Ana, la mezcla de recuerdos familiares recuperados y de olvidos definitivos ("hay gente que murió antes que pudiera preguntarle ciertas cosas") que habilitaban para inventar y fabular sobre el pasado familiar.

Contra lo que podía resultar obvio, Todo se pasa no es una "novela histórica", género del que Ana desconfía. No puede evitar la deformación profesional de que cuando alguien pone a un personaje real en una situación ficticia o viceversa, su costado de historiadora proteste: "No, las cosas no pasaron así".

Por otra parte, no deja de pensar que "si me meto con personajes públicos me matan, pero si lo hago con mi familia ¿quién puede decir algo?" De todos modos, insiste, la suya es una novela "intimista" sobre tres generaciones de mujeres, por cuya entrelínea corre, en forma soterrada, la Historia con la mayúscula del caso.

FICCIONES. El cronista le recuerda una frase de Vargas Llosa a propósito de La tía Julia y el escribidor ("el cincuenta por ciento es ficción, pero no necesariamente el cincuenta por ciento que el lector cree"), y Ana expresa con otras palabras la misma idea con respecto a su libro: "Una de cal y una de arena". Admite, por ejemplo, que sobre algunos personajes sabía muy poco y tuvo que inventarlos. Uno de ellos, en particular, adquirió vida propia: "Es un personaje malvado, yo quería matarlo, pero a lo largo del libro envejece, enferma de Alzheimer, y le cobré piedad". El destino literario del personaje cambió a partir de ahí.

Ana confiesa haberse sentido particularmente cómoda con "la velocidad y la libertad de escritura" que permite la ficción, comparada con la búsqueda minuciosa del dato y el documento que implica un libro de historia. Recuerda una frase que le oyó a Roa Bastos: "Uno construye con las palabras el mundo que quiere". La novela le permitía "deformar ex-profeso y con satisfacción", algo que define también como "experimentar mezclando". La experiencia parece haberla dejado satisfecha. Ya piensa en una segunda novela sobre la que prefiere no dar detalles.

Un relato coral y muy femenino
Su autora define a "Todo se pasa" (de la que, incidentalmente, la próxima edición de la revista Paula publicará un fragmento) como "una novela de mujeres". La narradora, en tiempo presente, es Carmen ("de edad mediana, en el Uruguay de hoy, un viaje de estudios, enfrentada a la enfermedad y vejez de la madre y al temor a la muerte"), y los tiempos van y vienen. Pasado y presente, tres generaciones que comienzan con la abuela andaluza que llegó a Uruguay y emprendió un romance con el dueño de un hotel.

Lo que sigue oscila entre dos mundos (España y Uruguay) y recoge una pluralidad de voces y miradas, retratos de mujeres "dependientes e independientes", sin temor a dejar cabos sueltos y líneas anecdóticas inconclusas. La narradora no lo sabe todo, ni tiene las respuestas absolutas sobre sus personajes.


El País Digital

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