en las elecciones argentinas

en las elecciones argentinas
El control del Congreso que ejercen la presidenta Cristina Fernández y su marido, el ex mandatario Néstor Kirchner, estará en peligro el domingo en elecciones que se perfilan reñidas como nunca antes desde 2003, cuando implantaron un modelo de supremacía del Estado.
Buenos Aires | AFP

La oposición se presenta atomizada a los comicios legislativos, pero se vive un resurgimiento de fuerzas neoliberales, socialdemócratas y disidentes del gobierno que amenazan quebrar la hegemonía política de los Kirchner, un matrimonio de peronistas progresistas.

"En la presidencial de octubre de 2007 el oficialismo obtuvo 43% para Diputados y ahora tendrá entre 10 y 13 puntos menos, perdiendo la mayoría, que estará en peligro en el Senado", dijo a la AFP Rosendo Fraga, presidente de la consultora Nueva Mayoría.

Unos 28 millones de electores de esta potencia exportadora mundial de alimentos renovarán la mitad de los 247 escaños de Diputados y un tercio de las 72 bancas del Senado, ambas con mayoría oficialista, en elecciones de medio término.

En la Argentina del tango, la carne bovina y el fútbol, las encuestas adjudican al kirchnerismo el primer lugar, con 30% de votos, delante de la Unión Cívica Radical (UCR, socialdemócrata), en coalición con la ex presidenciable Elisa Carrió, con 25%.

Detrás se ubica una floreciente alianza de neoliberales y peronistas de derecha, con 15%, pero los sondeos indican que el kirchnerismo sufrirá dolorosas derrotas en la Capital Federal y las provincias de Córdoba, Santa Fe y Mendoza, cuatro de los cinco distritos más poblados.

La batalla crucial será librada entre candidatos a diputados en la provincia de Buenos Aires, con casi el 40% del padrón, con el ex presidente Kirchner (2003-2007) enfrentado al magnate nacido en Colombia Francisco de Narváez, ex financista y admirador del ex presidente neoliberal Carlos Menem (1989-1999).

El temperamental marido de la presidenta dramatizó los comicios como un plebiscito a su modelo de fomento a la estatización de empresas, la industria y las negociaciones salariales, hablando pestes del FMI.

"¡No volvamos al pasado! Recuerden la fiesta menemista donde lo único que servía era rematar empresas del Estado y dejar a millones de trabajadores en la calle", disparó Néstor Kirchner desde las tribunas de campaña.

En reacción, Mauricio Macri, alcalde derechista de la capital y padrino político de De Narváez, dijo que no le temblaría el pulso para "reprivatizar la jubilación, Aerolíneas Argentinas y aguas y cloacas".

El ex mandatario había tomado el timón en 2003 en medio de la peor crisis histórica, tras el colapso de 2001, y aprovechado el viento a favor de la economía mundial para crecer a un promedio de 9% anual y bajar el desempleo de 23% a 8%.

Los Kirchner, cogobernantes de hecho, reabrieron juicios a los militares de la dictadura (1976-1983), limpiaron de corrupción la Corte Suprema y normalizaron una astronómica deuda de casi 150.000 millones de dólares.

Pero en marzo de 2008 trataron de imponer impuestos flotantes a las exportaciones agrícolas, con una tasa de 35% para la soja, el 'oro verde' del país, con ingresos anuales por 25.000 millones de dólares, y estalló una huelga de patronales agrícolas que los puso en jaque.

El conflicto agrario, aún latente, hundió la popularidad de los Kirchner, les causó una fuga de aliados de todo color y, para colmo, los forzó este año a adelantar cinco meses los comicios para evitar otra rebelión en medio de la campaña.

Enemigos de los Kirchner proliferaron como hongos y arreciaron denuncias por manipulación de la estadística de inflación, por elegir como aliado externo al presidente venezolano, Hugo Chávez, y ahuyentar inversiones.

La clase media urbana está espantada y elige votar dentro del mosaico antikirchnerista, mientras que el gobierno se refugió en la central obrera peronista CGT y los alcaldes de la empobrecida periferia, los últimos amigos que le quedan.