En busca de los nombres perdidos

En busca de los nombres perdidos

JORGE ABBONDANZA

Los montevideanos que conocieron el centro de la ciudad antes de que se convirtiera en la toldería de los vendedores callejeros, recordarán el itinerario y el marco de aquel paseo. Ahora el viejo mapa se ha borrado, no sólo porque cambió el nombre de muchas calles sino porque desaparecieron todos los locales que jerarquizaban el recorrido y eran los puntos de referencia para moverse por la zona. El público que hoy circula por el centro no va a conmoverse ante la evocación de aquel Montevideo -que era otro mundo, con otros códigos para el esparcimiento y el consumo- pero quien pudo echar un vistazo al paisaje de ayer es quien hoy puede establecer índices comparativos, sucumbir ante la nostalgia y sacar conclusiones.

Si el peatón emprendía su caminata por 18 de Julio en la esquina de Yaguarón, pasaría por el café Montevideo, el cine Trocadero, el diario El Día, el teatro 18 de Julio, la Conaprole de Yí, el cine Grand Splendid, la papelería Zubirí, la confitería Americana, la librería Olivera, el café Ateneo, el Sorocabana, la despensa Villarmarzo, el Palacio de la Música, London-París, La Madrileña, el cine Victory, la casa Noli, el cine Rex, la pinturería La Platense, la zapatería Grimoldi, la tienda Angenscheidt, la librería Barreiro, el bazar Rodríguez & Romaguera, el café Tupí Nambá, el cine Eliseo, la joyería Brela, la casa Yriart, la sastrería Rim, Good Style, Caubarrere, la Conaprole de Convención, el bazar Mitre, la casa Adam, The Brighton, el Jockey Club, el cine Colonial, la confitería City y un segundo Sorocabana.

En caso de que el caminante siguiera viaje a través de la Plaza Independencia -donde todavía no estaba excavado el mausoleo- podía contabilizar en las primeras cuadras de Sarandí la tienda Castillo, la casa Smart, el bazar Broqua y Scholberg, la óptica Pablo Ferrando, la sedería París, la casa Bruzzone, el bazar Dos Mundos, El Paraíso de los Niños, los periódicos La Mañana y El Diario, la tienda La Ópera, el bazar Colón, la confitería Alhambra, la casa Acle, el restaurant Cassoni, la librería Inglesa, el almacén La Medida Exacta, la casa Spera.

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Esa lista es incompleta y otros empecinados podrán agregar más nombres a los que se hicieron humo, porque su evaporación acompaña el acto de dar vuelta la hoja junto con el paso del tiempo, el cambio de los hábitos colectivos, el desmoronamiento socioeconómico de esta comunidad y el cierre de todas aquellas puertas a través de las cuales los uruguayos del pasado disfrutaron de una película, se sentaron a tomar café, se compraron un traje, miraron algunos libros, se reunieron para comer, curiosearon en un remate o eligieron un regalo. Con proustiana melancolía, corresponde añadir que los veteranos de hoy tuvieron la buena suerte de compartir aquel mundo ya remoto, aunque después tuvieron la mala suerte de perderlo.