¿Y el futuro?

¿Y el futuro?
Tercera época Por Antonio Pippo

Pudo ser una original, esperpéntica versión de una obra de Buñuel, satírica, violenta y reveladora de las sombras del alma.

Como culminación de la otrora exquisita Fiesta Nacional de la Primavera, en la bucólica Dolores, ocurrieron varias grescas que dejaron una cinematográfica estela de golpeados, arañados, pateados y detenidos.

La penosa puesta en escena tuvo un lugar inusual y magno: la Plaza Constitución y sus alrededores.

Wimpi decía que la ira se le antojaba un duende abusador pues convertía al tipo en uno de los espectáculos más vistosos en la historia de la escenografía. Claro, él hablaba de la ira, el enojo, los entredichos y las peleas de hace cincuenta años.

Ahora, y aunque el humor siga siendo un bálsamo para casi todas las peripecias humanas, debemos advertir que éste es un fenómeno capaz de sacudir los cimientos sociales. Los iracundos son jóvenes que apelan a una violencia poco menos que zoológica, que usan los peores estímulos, el alcohol y la droga, y que se escudan en un espíritu tribal de barrio, de gustos o de modas. Cargan unas cervezas, unos vinitos, unos vodkas y la criminal pasta base y salen a romper cabezas de supuestos enemigos. A veces son integrantes de otras tribus y a veces, simplemente, bancos de plaza, vidrieras, contenedores o el alumbrado público.

En Dolores, si uno atiende al parte policial, queda la sensación del zurcido apurado de un argumento quitamanchas: la culpa fue de los comerciantes que no respetaron normas sobre venta de alcohol a menores. A los chiquilines se les fue la mano con las vueltas y por poco no se puede parar el zafarrancho.

Si bien ha habido progresos en la evolución de la especie ­un hombre es superior a una ameba­ la falta de límites a la violencia de la juventud, sin valores y con mucho alcohol y droga, ¿qué nos lega?

¿Necesitaremos a Will Smith, en su papel de "Soy leyenda", para salvar lo poco que quede?

¿Lo tienen claro los señores candidatos?