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Montevideo vuelve a estar a la altura de las grandes ciudades con una interesante oferta de librerías en las que se puede tomar un café, un whisky, almorzar o cenar.


CATERINA NOTARGIOVANNI

Un lector ingresa a una librería sin apuro. Sabe que seleccionar un título es un asunto que requiere tiempo, que un libro no es un objeto que se compre por el diseño y que probablemente leerá varias solapas antes de pasar por la caja. Alguien que disfruta de la lectura recorre una librería con la ansiedad de un niño en una juguetería, tocando y deseando todo, extasiado por las ofertas y el olor a tinta; pero a la vez frustrado por la certeza de que no le dará la vida para leer todo lo que quisiera. Esa búsqueda es siempre placentera para el intelecto y agotadora para las piernas. Por eso, tener la posibilidad de sentarse, pedir un café y sumergirse en títulos y autores es, para el verdadero lector, algo parecido al paraíso.

Hasta no hace muchos años, la oferta montevideana no contaba con espacios que conjuguen café con literatura. Pero eso cambió y de pronto no fue necesario viajar para encontrar espacios del estilo. Sin embargo, el formato no prosperó. El entusiasmo inicial no se consolidó en hábito y las cafeterías en librerías fueron quedando vacías.

La apertura de Más Puro Verso en Ciudad Vieja, de Jenny en la rambla de Pocitos y la promesa de Mosca de remodelar y redefinir su café literario parecen indicar que los lectores se encuentran ante una nueva posibilidad de recuperar el paraíso perdido.

rambla, café y libros. Si algo caracteriza la esquina de Bulevar Artigas y la Rambla es el ruido del tránsito. Pero basta para traspasar la puerta de librería Yenny para sentir el silencio típico de las bibliotecas. Sin que nadie lo pida, la conversación puertas adentro se desarrolla entre susurros.

A la izquierda, cuatro o cinco anaqueles con libros. Sobre la ventana a la rambla, 18 pequeñas mesas de bar servidas por la confitería Oro del Rhin. A la derecha, más libros y detrás de las cajas, discos y películas. Pasillo, anaqueles, dos mesas, otra tanda de libros y sector infantil, también con mesas y sillas enanas, a la altura del público más pequeño. Oferta total: 40.000 títulos, 7.000 discos y 5.000 películas.

Esta sucursal con cafetería abrió hace un poco más de un mes con el objetivo de brindar un "espacio cultural", al estilo del Grupo El Ateneo de Argentina, al cual pertenece Yenny. La propuesta contempla la posibilidad de escoger cualquiera de los títulos disponibles en los anaqueles, leerlos en su totalidad y devolverlos a su lugar. No hay exigencias, más allá de un obvia: cuidarlos. "Por suerte hasta ahora no hemos tenido accidentes, pero sabemos que vamos a tener", señala Pablo Añón, gerente de Yenny Uruguay.

"Se parte de la base de un tema de sinergia de marcas, de que sea un atractivo mutuo, tanto del que va a tomar algo y se tienta con un libro como a la inversa", explica Christian Stahl, propietario de este local del Oro del Rhin y del de Punta Carretas Shopping. La oferta es amplia: café colombiano, brasileño, Illy, saborizados, sandwichería, tortas, medialunas y, al mediodía, baguette y/o pan bata con jamón crudo, salmón, capresse, entre otros. Sthal planea incorporar ciclos de Wine Bar en las noches. También están previstos lanzamientos de libros y charlas con autores.

La respuesta del público es excelente. Tanto que los fines de semana después de las 16 y antes de las 20.30 se acumulan clientes esperando mesa. Según Eleonora Navatta, cajera de la mañana, hasta el momento son pocos los que se quedan mucho tiempo leyendo libros. Sí se observan grupos de hombres y mujeres que se instalan para largas tertulias o para leer los diarios. "La plaza uruguaya no está acostumbrada a esto de librería-cafetería", explica Añón. Puede que falta de costumbre se convierta en pudor de tomar un libro, pero sépalo, se puede.

La librería Puro Verso (18 de Julio y Michelini) instaló un bar hace seis años. "En esa época se podía fumar y como la gente relacionada con los libros también se relaciona con el café y el tabaco, era una forma de complementar la oferta de libros con algo natural que, creíamos, va junto con el hecho de disfrutar la lectura", señala Ruben Forni, uno de los propietarios. Desde entonces la respuesta del público ha tenido altibajos, pero en líneas generales es satisfactoria. Los usos del espacio, cuenta Forni, son de lo más variados: personas que pasan horas hurgando en libros de determinadas temáticas, hacer tiempo, reuniones de grupos de filosofía y/o de francés. "Es un espacio que está a disposición del público para que lo use como quiera", dice. La oferta del bar está limitada a cafetería (de la marca Illy), bebidas y tartas. Las melodías que suenan son de los géneros Clásica, Jazz, Tango y algo de música cubana.

El año pasado, la misma librería abrió una sucursal en la Peatonal Sarandí, en el local donde por años funcionó la óptica Pablo Ferrando. Las extraordinarias dimensiones del lugar motivó a los propietarios a instalar un restaurante en el primer piso.

Así, en marzo de este año, se inauguró Más Puro Verso Librería-Brasserie, un nuevo y excepcional concepto de librería-restaurante. Si bien ambos negocios pertenecen a la misma empresa y comparten el mismo espacio, son independientes. "Está permitido llevar libros a las mesas, pero no es la dinámica que buscamos", explica su encargado Fernando Medina.

La oferta literaria consta de 55.000 volúmenes y la gastronómica de pocos pero cuidados platos de pasta, carne, pescado y picadas. De lunes a miércoles sirven almuerzos y meriendas. Jueves, viernes y sábados se puede cenar (jueves y viernes ofrecen un show a $250 la entrada. Laura Canoura es la artista invitada del mes).

Las mesas están ubicadas sobre la ventana que da a la Peatonal, lo que permite una singular vista de la zona. Almorzar allí un lunes observando de arriba la vorágine de Ciudad Vieja es una buena forma de cortar con la rutina. La música funcional está cuidadosamente elegida y tiene un propósito claro en ese sentido: "Tratamos de mantener cierta elevación. Me parece que en los lugares donde la música que suena todo el tiempo tiende a la frivolidad, algo de ésta se contagia al visitante. Y acá tratamos de que se contagie otra cosa", señala Medina. Lo consiguen.

El entorno de anaqueles repletos de libros crean un ambiente fuera de lo común, más cercano a un living con amplias bibliotecas que a un restaurante. El detalle también está en las paredes, decoradas con fotografías blanco y negro de destacados escritores uruguayos y extranjeros. Más Puro Verso también vende discos y películas.

Por otro lado, habrá que esperar tres meses para que Mosca termine de remodelar su café literario, que se reinstalará sobre 18 de Julio.

Si estos proyectos prosperan, tomar un café en una librería dejará de ser un hecho excepcional.