Timoteo Aparicio

Timoteo Aparicio
Por Leopoldo Amondarain Analista

No será el más grande, pero sin dudas Dios le reservó un sitio preferencial en la patria y entre los blancos que la forjaron. Soldado del Libertador Oribe desde el albor de Carpintería (1836) sirviendo con lealtad y admiración a su ilustre jefe quien lo sirvió incluso en la Guerra Grande cuando participó en las batallas de Quebracho, Herrado y Famaillá donde el Libertador Manuel Oribe terminara con el asesino de Lavalle cuando huía hacia Bolivia.

Por supuesto que tampoco faltó como joven oficial, en Arroyo Grande en la que el vasco Oribe "paliceó" al pardejón Rivera haciéndole disparar "en pelo" sin charreteras y dejando hasta el sable en el camino. Compañero de grandes oficiales como Leandro Gómez y Lucas Moreno y otros grandes federales orientales de la época. No daría por la profusa cantidad de batallas y destinos militares, el escueto espacio periodístico disponible, de este gran jefe. Nacido en Canelón Grande (1814) donde su familia a poco se traslada definitivamente a los pagos de Florida, donde se establece hasta su muerte (1882). Vivió en la más austera, digna y humilde pobreza. El Estado tuvo que pagar el entierro. Llevado tal vez por esas necesidades y carencias de ese tiempo, era analfabeto.

Esas circunstancias no fueron óbice para poseer un sentimiento profundo de Patria con defensa de su soberanía y dignidad de su pueblo bregando por la paz. Condiciones y conciencia nacidas a la sombra del libertador Oribe. Sirve a ejemplo de lo dicho, frente a la oferta del imperio brasileño por su general Manuel Osorio Márquez de Herbal de apoyar, intervención mediante, con el 5º ejército a su mando, la Presidencia o al que él designara, de la República. La respuesta fue tajante: "Sepa Ud. antes que tropas extranjeras pisen tierra oriental prefiero que la Revolución y el Partido caigan en los más profundos abismos". ¡Ningún doctor por letrado que hubiese sido, recibió esa oferta y ni dio respuesta tan digna! No da es obvio, el escueto espacio periodístico para enumerar batallas y gestas heroicas. Baste decir que no se le conocen excesos, tan propios de su tiempo y que aun lamentablemente se estilan por el mundo, de crueldades, torturas o crímenes.

En un enfrentamiento personal con el conocido Goyo Jeta Suárez, famoso criminal de la Heroica Paysandú, a lanza, pedido como "reto" por el "salvaje", lo levantó en la "chuza". Herido e inerme en el piso el Goyo Jeta, Timoteo le puso la lanza en el pecho y le espetó: "Te lo mereces por asesino, pero no quiero manchar mi lanza con tu sangre..."- Levanto el arma y se retiró al trote...-

En el 1872 proclamó la Revolución de las Lanzas. Se le llamó la más "gaucha de las Revoluciones". Y fue la última que se usó como arma básica. Aparicio Saravia hizo sus primeras armas (13 años) como lancero de Timoteo, donde por su corta edad, coraje y destreza con el arma, se ganó el famoso apodo del cabo Viejo. Allí demostró sus grandes condiciones de caudillo militar enfrentando al ejército de línea del gobierno colorado mejor armado. Con apenas 40 hombres entra al país por Rincón de Mendoza, departamento de Salto, y pronto "levanta" la patriada, que se calculó en más de 10.000 hombres. Vence las fuerzas coloradas al mando del Goyo Jeta Suárez en Paso Severino y Corralito, cundiendo la alarma en el gobierno del general Lorenzo Batlle. Para entonces, desde Buenos Aires se le habían unido diversos jefes blancos y al mando del general Anacleto Medina que estuvo exiliado en la Argentina. En el avance hacia Montevideo, Timoteo cerca al Goyo Jeta Suárez en Rincón del Cerro donde puede escapar en una maniobra nocturna y juntarse con las fuerzas de los generales gubernistas Enrique Castro y Francisco Caraballo del centro y este del país. Es vencido en la Batalla del Sauce y posteriormente el 17 de julio de 1871 es derrotado en Manantiales donde muere Anacleto Medina. A partir de ahí sobreviene la Paz de Abril.

Como caudillo o general, Timoteo Aparicio movió miles de voluntades identificadas particularmente en el más humilde gauchaje. Injustamente, tal vez por su escasa cultura y su tez "amarronada" propia de su origen en parte morena, los doctores de entonces, lo ningunearon. Era muy "fuerte" se me ocurre, darle primacía a un caudillo tan humilde y modesto como lo fue de gravitante el General Timoteo.

Lo de el día de hoy, vale señalarlo, es un gran mérito del Honorable Directorio el haberse preocupado por encontrar los sagrados restos y darle el homenaje y destino acorde con un héroe histórico que en determinado momento, y nada menos que al poco tiempo de la Heroica Paysandú con el desastre vital y emocional sufrido, salvó al Partido blanco y lo volvió a catapultar en la historia en forma imperecedera. Por siempre habrá respeto, honor y gloria en la tumba del mulato general Timoteo Aparicio.

PD.: A su muerte a los 68 años, exento de ambiciones de poder, soldado de ideas políticas de paz, justicia, nación y libertad para su pueblo, no tuvo códigos ni fue verdugo de ningún contrario. Ajustó la Paz de Abril del 72 y desarmó sus hombres en el 75. Muere en la más paupérrima de las miserias en un modesto rancho de Malbajar (Florida). A tal punto que su esposa inglesa solicitó del presidente general Máximo Santos el mérito a la más absoluta falta de recursos, pueda pagarle al Dr. Brendel los honorarios por la asistencia a su finado esposo. Con esa dignidad solo supieron morir los grandes jefes blancos.


lA REPUBLICA