martes, 7 de julio de 2009

GENERALIZAR LA ENSEÑANZA AVANZADA

GENERALIZAR LA ENSEÑANZA AVANZADA
Por Rodrigo Arocena |*|

Una cuestión que recién entra al debate
El tema del que hoy queremos ocuparnos ha empezado lentamente a hacerse un lugar en la atención ciudadana. No son pocos ya los que afirman que se trata de un asunto clave, para pelear contra la desigualdad y para mejorar la calidad de vida colectiva. Pero todavía no se ha entrado a discutir en profundidad el significado y la viabilidad de una meta nacional definida como la generalización de la enseñanza avanzada. Desde estas contratapas procuraremos contribuir frecuentemente a ese debate fundamental para el destino de la nación.

Lo haremos, en particular, dando cuenta de los pequeños logros y de las grandes dificultades con que nos encontramos en la Universidad de la República cuando se considera este tema. Contribuir a la generalización de la enseñanza avanzada es un aspecto definitorio de la nueva Reforma Universitaria por cuyo "despegue" trabajamos. En esta perspectiva, la Universidad busca colaborar a la construcción de un Sistema Nacional de Enseñanza Terciaria Pública, ha redefinido y priorizado su estrategia de desarrollo en el Interior, está ensayando nuevas vías para asegurar el acceso efectivo a los estudios universitarios, procura diversificar las modalidades de enseñanza para adaptarlas a las variadas situaciones de sus estudiantes, profundiza la colaboración con otras instituciones y actores para multiplicar la oferta educativa; todas ellas son herramientas que pueden ayudar no poco al avance hacia la meta planteada.

Se ha cuestionado esa meta, señalando que conduce a centrar la atención en lo cuantitativo en desmedro de lo cualitativo. Desde otra óptica, sin descartar la propuesta, se sostiene que hoy en día deben concentrarse los esfuerzos en universalizar la enseñanza media completa, de lo cual estamos aún muy lejos. Probablemente más difundida sea una tercera posición, que simplemente no presta atención a la meta planteada pues la considera inviable. Los tres enfoques sumariamente indicados tienen poderosos argumentos a su favor. Habría que ser muy ingenuo para no darse cuenta que generalizar una enseñanza avanzada de calidad en el Uruguay ­país subdesarrollado, con no pocos problemas y bastante descreimiento­, como meta a un horizonte de 15 o 20 años, está erizada de dificultades. El problema no se resuelve con fórmulas simples. El intercambio de ideas y la búsqueda de alternativas para implementarlas requieren respeto por las opiniones ajenas y atención a los esfuerzos concretos en curso.



Educación y desigualdad
Pocos argumentos son tan antiguos como el que sostiene que ampliar el acceso a un nivel cualquiera de la enseñanza implica disminuir su calidad. Hoy ese argumento se emplea con particular vehemencia por parte de quienes dicen que sólo minorías tienen el talento requerido para aprovechar la enseñanza superior.

Vayamos por partes. Es evidente que, si se plantea duplicar el número de estudiantes en un cierto ámbito, no será fácil mantener la calidad de la enseñanza que se les ofrece. Pero el problema no debe ser considerado atendiendo sólo a lo que sucede en un momento o en un espacio reducido. A medida que el Uruguay ampliaba el acceso a la enseñanza primaria y media, ¿disminuía o aumentaba la calidad de la escuela pública? En un país con más gente educada, con mayor valoración social de la enseñanza como bien colectivo, con maestros mejor formados, con padres con mayores niveles de instrucción, es bastante claro que los niños recibirán una educación de mejor calidad. Este es un hilo conductor a tener bien presente: en un país donde más gente aprende y valora la educación, se configura una tendencia fuerte a la mejora de la calidad de la enseñanza.

¿Será cierto que sólo minorías están dotadas para culminar la enseñanza superior? La respuesta nunca ha merecido dudas a quienes creen en la igualdad raigal de los seres humanos. Pero algunos de los pensadores más creativos de la historia no lo veían así. Sin embargo, la cuestión ha sido saldada por la experiencia. Durante las últimas décadas, en varios países, ha tenido lugar una gran revolución silenciosa: la mayoría de los jóvenes han logrado acceder a formaciones de tipo terciario. Se podrá quizás decir que eso no está al alcance del Uruguay. Ya llegará el momento de encarar semejante argumento. Por ahora destaquemos un punto: quienes gustan de mirar al mundo no pueden dejar de reconocer la lección de los hechos que muestran que es viable generalizar la enseñanza avanzada.

Demostrada la viabilidad de la meta, cabe preguntarse si es deseable. Aquí entran en conflicto intereses y tradiciones. Una gran tradición filosófica vincula la profundización de la democracia con la extensión de la educación. Pero a ambos propósitos se han opuesto desde siempre poderosos intereses. No casualmente transcurrieron dos mil años por lo menos entre la invención de la escritura y su democratización; los escribas que manejaban los jeroglíficos y sus colegas en otras regiones no tenían interés alguno en que el poder de escribir dejara de ser el monopolio de muy pocos; la escritura alfabética emergió en contextos sociales interesados en que más gente pudiera escribir de manera más sencilla; en algunas de las sociedades que democratizaron la escritura emergió la democracia política, basada también en la convicción de que los seres humanos somos esencialmente iguales.

Hoy, democratizar el acceso a la enseñanza avanzada es más deseable que nunca para quienes queremos vivir en sociedades menos desiguales. Ello sucede, en breve, porque el conocimiento se ha convertido en un factor de poder con gravitación grande y creciente. Todo fenómeno de la realidad admite análisis variados y más o menos sofisticados. Pero dos afirmaciones esquemáticas son difícilmente rechazables: los países donde mayor es la calidad de vida de la gente y los países donde mayor es el acceso a la enseñanza avanzada son aproximadamente los mismos; los grupos sociales con menor acceso a la educación y los grupos sociales más desfavorecidos son aproximadamente los mismos.



Hacia una agenda para el intercambio de ideas
Los ideales democráticos y la experiencia internacional muestran que es deseable y viable generalizar el acceso a la enseñanza avanzada. Pero esta constatación es sólo el primer escalón de la escalera a subir. Otras interrogantes cruciales deben ser afrontadas. Por ejemplo: ¿esa meta está al alcance del Uruguay?

Aún en el caso de que se responda afirmativamente a la pregunta precedente, ¿no sería razonable plantearse esa meta sólo cuando se haya logrado generalizar el acceso a la enseñanza media completa? La sensatez de concentrar la atención en ese tramo luce evidente, sobre todo cuando se recuerda que poco más de un tercio de los jóvenes uruguayos completan ese nivel de la enseñanza. Mientras ese fenómeno se mantenga, la enseñanza universitaria estará necesariamente reservada a minorías, que por cierto provienen en gran parte de los sectores menos desfavorecidos.

Ahora bien, ¿es realmente evidente que se puede resolver el problema de generalizar la formación de nivel medio sin trabajar paralelamente hacia la generalización de la enseñanza avanzada? Esta es una de las principales interrogantes a encarar colectivamente. A cuenta de un análisis más pausado, conjeturo que ambas cuestiones deben ser abordadas en conjunto, pues lo que está en juego es repensar toda la enseñanza, ofrecer perspectivas renovadas que motiven a los estudiantes, abordar de manera integral la cuestión de la formación de los docentes y de la dignificación de su profesión.

Anotemos además que el éxito de grandes reformas, como la asociada al nombre de José Pedro Varela, no radicó realmente en apuntar a generalizar un determinado número de años de instrucción (por ejemplo, primer y segundo año escolar en la etapa inicial, para en otra etapa hacer lo propio con tercero y cuarto, etc.), sino en convencer al país que podía y debía generalizar toda la formación que en aquella época era imprescindible para el ejercicio de la ciudadanía, la incorporación digna al mundo del trabajo, la mejora de la calidad material y espiritual de vida. Ello lleva a incluir en la agenda del debate una cuarta interrogante: ¿cuál es hoy en día el nivel de formación que se requiere para colaborar a los fines que un siglo atrás se planteaba la enseñanza básica o primaria?

Comparar diversas respuestas a preguntas como las anotadas iluminará la exploración de senderos variados hacia la generalización de la enseñanza avanzada. No hay atajos. La viabilidad de tal meta se demostrará, combinando reflexión y experimentación, a medida que se hace camino al andar. Ojalá el debate ciudadano le abra amplio espacio a esta cuestión.

|*| Rector, Universidad de la República

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